Versos del insomnio /
Víctor M. Jiménez

El vuelo de los dedos termina
en el nido cálido de un pezón
que juega, entre sombras de hielo,
a despertar duendes.

Luego del pálpito primero
las manos abiertas
se arrastrarán sobre la piel
para no calmar la sed
de nuestra condena.

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