La joven escritora argentina Romina Bernardele se convirtió, el pasado mes de abril, en una de las ganadoras más jóvenes del Premio Cáceres de Novela Corta, que este año celebraba su XLVIII edición.
¿Quieres conocerla un poco más? ¡Hoy le entrevistamos en Avuelapluma!
Licenciada en Letras, redactora publicitaria y profesora de Literatura. ¿Cómo fueron tus inicios en el género de la novela corta?
Nunca fue mi intención escribir una novela corta, simplemente empecé a escribir y eso fue lo que salió, una especie de novela-crónica-bildungsroman, que dialoga con disciplinas como la Historia y la Botánica.
Tu novela “Langueyú” es “una historia primitiva, atávica, enraizada en la Argentina, un canto a un territorio”. Háblanos de la obra que te ha hecho merecedora del XLVIII Premio Cáceres de Novela Corta.
Es la historia de una niña porteña de una familia de clase media que viaja en auto con toda su familia al campo cada semana. Se podría decir que es una “novela de carretera”, porque hay mucha ruta, mucha observación del paisaje. La niña viaja en auto rutinariamente, va
creciendo, y mientras crece contempla esa transición entre la ciudad enorme donde vive y el mundo rural. En el campo se encuentra con un universo totalmente distinto al que conoce: la llanura, el vocabulario de los paisanos, la carneada de los chanchos, la espiritualidad pampeana, una estancia abandonada, la historia del lugar. 
Gracias por lo de “canto al territorio”, para mí Langueyú es un reconocimiento a ese territorio que es el campo, un diálogo con la tierra, con ese arroyo que da título a la obra pero que nadie conoce, un arroyo marrón, de agua cenagosa, que no le atrae ni a la gente que vive ahí, pero tiene una fuerza invisible, que es la fuerza de la pampa. De las pampas, en plural, como le gustaba decir a Lucio Mansilla.
¿Qué método has seguido a la hora de escribir esta novela?
No seguí ningún método. Al principio escribía textos relacionados al campo, porque era lo que me gustaba. O porque vivía en la ciudad y mi forma de estar en el campo, de lograr el clima del campo adentro mío, era escribiendo acerca de él. Después me dí cuenta de que estaba escribiendo sobre lo mismo, y salió la novela.
¿Hay alguna anécdota sobre el proceso de documentación o de escritura que puedas contarnos?
No creo haber hecho tal cosa concienzudamente. Siempre leí sobre historia, los textos sobre la llegada de los europeos a América, las crónicas de la Conquista, las cartas de viajes, las Historias, en mayúscula. Ese período histórico siempre me fascinó, cómo fue ese proceso, el encuentro de esos dos mundos, cómo se comunicaban, qué comían, cómo era el territorio que encontraron, qué plantas había, cuáles trajeron, qué pasó en esa interacción. Tal vez toda esa información se coló mientras escribía, como una memoria de la tierra.
¿Qué te parece que la Diputación de Cáceres fomente este tipo de certámenes cuyo objetivo es incentivar y apoyar a los escritores, así como contribuir a la promoción de autores de novela corta?
Me parece maravilloso. Cuando me llamaron por teléfono para avisarme que había ganado, desde el teatro en el que celebraban la gala, le pregunté a Manuel Vilas, presidente del jurado: “¿pero vos leíste la novela?”. No podía creerlo.
¿Algún libro, escritor o escritora en especial que te empujara a escribir?
Thoreau, Emerson, Mansilla, Calvino, Sara Gallardo, Emily Dickinson. No sé, son tantos.
No queremos terminar sin una recomendación, ¿qué libro o libros recomendarías a nuestros lectores de Avuelapluma?
Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio Mansilla. Ese sí es un canto al territorio. Y El Barón Rampante, de Italo Calvino, lo leí cuando era chica y lo volví a leer hace poco, y me sigue pareciendo precioso.
