Los certámenes literarios de la Diputación de Cáceres galardonaron a la argentina Raquel Jaduszliwer con el XXVII Premio de Poesía «Flor de Jara» por su obra «Espiga de los días».
En Avuelapluma queremos conocerla más a fondo y, por ello, la entrevistamos para descubrir su inspiración, el secreto de su lírica y qué sintió al recibir este reconocimiento.
¿Cómo nace la obra ‘Espiga de los días’ y qué inspiró su creación?
Me pasó con Espiga de los días lo que me sucede cada vez que me encuentro con un libro mío que ha cobrado forma: me entero de que ha nacido cuando lo veo ahí, ante mí, afuera mío. Es como recibir una noticia: me anoticio, no sin una cierta sorpresa, un cierto extrañamiento ante lo que leo con ese sobresalto del instante y esa curiosidad del ¿a ver qué dice ahí?, ¿a ver qué es esto que me llegó? Así que todo lo que podría decir acerca de su nacimiento es sólo en retrospectiva, pensándolo desde un a posteriori. Pero si vuelvo al tiempo de gestación no encuentro nada en particular que pudiera ser considerado como su anuncio. Sólo la vida transcurriendo a través de los días, con sus momentos de intensidad, sus estados de poesía. Y todo eso que se necesitó transmitir mediante palabras en aquellos mismos días mientras se lo iba viviendo. En todo caso, el punto de anclaje de esa deriva quedó fijado cuando se impuso la decisión de configurar en un libro los poemas que venía escribiendo desde hacía un cierto tiempo.
El presidente del jurado, Jordi Doce, afirmó entre otras cosas que la obra ganadora es un libro con alma, atravesado por emoción, imaginación e inteligencia sensitiva… En su opinión, ¿qué es lo que la hace tan especial para haberse impuesto a 922 conjuntos de poemas de 32 países?
Voy a tratar de situarme en el lugar desde donde considero válido responder, que, claro está, no es el de la evaluación del libro sino el de remitirme a lo que fue esa experiencia de escritura. Si así lo hago, puedo encontrar razones para lo que Jordi Doce detectó y privilegió. La escritura es para mí una experiencia intensa, descentrada de todo, un desvío de los trayectos habituales, un alejamiento de este acá que me rodea para reencontrarlo más allá, transfigurado. O dicho en su revés: un hacer visible lo invisible, trayendo a la mirada lo que estaba lejísimos, fuera del alcance, no se sabe dónde en ese movimiento de ida y vuelta la vida misma se pone en juego, y seguramente eso se transmite. La poesía que yo quiero es aquella en la que las palabras dichas, enunciadas, revivifican lo que se jugó en su enunciación. Aquella en que se da la chance a que ese acto de enunciación vuelva a latir, esta vez en el cuerpo del lector. Estamos acostumbrados a que lo enunciado sepulte lo viviente que lo alimentó. La poesía hace que el acto de enunciación se actualice porque alguien que está leyendo se siente convocado a prestar su vida para eso. Se da algo del orden de una resurrección que acontece sin recursos ajenos a nuestra condición humana. Por el contrario, diría que cuando esto ocurre es que logramos advenir humanos en plenitud. Eso es lo que quiero de la poesía, esa es la poesía que quiero, la de la transmisión eficiente de una experiencia. Puede que algo de eso haya acontecido y haya acercado esta Espiga de los días al premio otorgado, ya que lo que hago va en busca de eso porque eso es lo que necesito hacer.
También se habló de que funde la perfección con la meditación con un lenguaje propio, personal, intenso y leve… ¿Cuánto de usted hay en los versos de ‘Espiga de los días’?
Consecuente con lo ya expuesto diría que hay mucho; quizá es algo que se pone en juego mediante una manera singular de hacer con lo que no puede ser dicho, ese plus, ese exceso que no es sin el lenguaje pero que el lenguaje no cubre, ese núcleo irreductible a la palabra, ese lugar vacío en donde anida la voz del poema gracias al entretejido de las palabras que se escriben, gracias a ellas y en sus entresijos.
Usted ha estado ejerciendo la psicología clínica en exclusiva, ¿qué papel tiene la poesía en su día a día? ¿Tiene pensado que desempeñe un papel más protagonista en el futuro?
De hecho, no sólo lo tengo pensado, sino que ese cambio ya se operó. De un tiempo a esta parte podría decir que mi vida está volcada a la poesía. Este es otro momento, diría que un principio y un fin confluyen en él. Últimamente se han producido cambios importantes, sí, y hubo un vuelco fuertemente comprometido con la escritura.
¿Qué es lo que le inspira para escribir poesía? ¿Cómo influyen sus experiencias y su trayectoria en el psicoanálisis en sus versos?
Pienso que la cuestión no pasa tanto por algo específico actuando como inspirador, sino por otro modo de estar en el mundo, un entrar al momento de escribir en otro estado en el que justamente no hay un “qué”: se pierden los deslindes, lo que hay es un estado de absoluta apertura, un desprendimiento de lo dado y un arrojarse a otro lugar que no es este sino otro, en dilución, disponible para hacer, deshacer, rehacer, hacer emerger algo que no era, pero que una vez que emerge se confirma que así tenía que ser, que así debía ser escrito. En todo caso, sí podría decir que la música interviene como facilitadora de esa disponibilidad.
Respecto a mi formación en psicoanálisis, recién el último tiempo tomo conciencia de su importancia y la agradezco. Pero no niego que durante mucho tiempo el psicoanálisis y la poesía fueron caminos que a mí se me tornaron excluyentes: o uno o el otro. Quizá por todo lo que exige el ejercicio de la profesión, o quizá por verlo en última instancia como una práctica sostenida en un sistema teórico -y como todo sistema, contrario, no a la poesía, pero sí al estado de poesía-, o quizá por ambas razones. Lo cierto es que, en este último tiempo, ya con un recorrido hecho en la escritura, vuelvo sobre los pasos y me doy cuenta de cómo me nutrieron algunos lineamientos de la teoría y su puesta en acto en la experiencia clínica. Creo que la manera de abordar lo imposible de decir en la articulación entre lo que es lenguaje y aquello que lo excede, se lo debo a mi formación en psicoanálisis, Y creo que en torno a ese problema se escribe poesía, creo que ese es el núcleo duro de la cuestión poética.
No es el primer galardón que recibe… pero, ¿cómo se ha sentido tras ganar el XXVII Premio de Poesía Flor de Jara?
No es el primero, es cierto, sí, pero esta vez se trató de un premio internacional y eso ha sido muy fuerte para mí. Mi vida transcurre en un perímetro muy acotado, como dando por supuesto la presencia de unas paredes invisibles que me circundan y me obligan a un adentro en el que me quedo. El premio me hizo sentir que no hay paredes. Esa apertura, acompañada de la sensación de que lo distante se viene encima me ha producido vértigo, temor, y una grandísima alegría pasado el primer impacto.
¿Cree importante que instituciones públicas como la Diputación de Cáceres fomente este tipo de certámenes literarios para promover las letras? ¿Y qué significan estos concursos para los autores?
Por supuesto que lo es. Estamos en una época de grandes números, de masificación, de indiferenciación. Un premio es una de las maneras de rescatar, mediante el acto de elegir, la dimensión de la singularidad que tan desvanecida está. Y no deja de ser un estímulo importante para el deseo decidido de escribir.