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Dudas de papel /
GOYO TOVAR

Yo no estaba allí; pero todos los libros apuntan a que fue un noble barón el que propuso y defendió terciar el poder absoluto del Rey y que fueran los ciudadanos quienes confiasen las tres tareas a los jueces, a los gobernantes y a los diputados tras un ejercicio electoral libre. (Bueno, esta teoría seguirá siendo válida hasta que Pío Moa escriba un libro sobre el asunto)

El caso es que la propuesta del francés Charles Louis de Secondat, se sigue explicando en las escuelas, en los institutos y en las universidades; en las cadenas de la tele pública no aparece porque el tema no lleva ligazón con la entrepierna o con la cocina.

La teoría clásica de la “trias política” dista mucho de la moderna. Nosotros elegimos a los diputados que han de componer el Parlamento que discute y define las Leyes; pero antes de hacer ninguna, se reúnen los parlamentarios para decidir quién va a ser el jefe de todo lo Ejecutivo y se deja para muy luego la decisión de cuáles serán las personas que ostenten y arbitren el Poder Judicial para interpretar las leyes. Por lo que se ve, la vigilancia anglosajona del “checs and balances”, también está en desuso.

Según yo lo percibo, nuestro voto parece cifrado para señalar quién va a ser el jefe del Ejecutivo, sirve para componer en algo el Corpus Legislador y apenas pensamos que en esa voluntad de la papeleta, también se incluye el poder para componer la Mesa Togal que compondrá el régimen judicial. Con nuestro voto se unifican los tres poderes. Los poderes no se muestran separados sino malamente encadenados; y si esto no suele decirse, decirlo no significa insolencia.

Cuando comento esto entre gente docta, se asombran de mi violenta ingenuidad y entre muchas cosas discutibles me dicen que los jueces no son “políticos”; que no digo yo que lo sean, pero que si hubiesen elecciones al Poder Judicial yo votaría a los militantes de Jueces por la Democracia porque no me gusta un pelo el pensamiento rector del colectivo Francisco de Vitoria.

Pero estas dudas, como no son del género, ni aparecen ni se discuten en nuestros denostados partidos políticos, ni en las radios, ni en las teles. Se resuelven “en diferido” como diría aquella notable manchega.

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