Lunes de papel
Emilia Guijarro

Hoy mi columna tiene nombre propio y se la quiero dedicar a los que, como Marc Gasol, se dedican a salvar vidas en el Mediterráneo. El miércoles pasado volvimos a asistir a una de esas dramáticas escenas que nos tienen acostumbrados los noticiarios de las pantallas. Vimos el angustioso rescate de una mujer superviviente del naufragio provocado por los guardacostas libios, en medio del Mediterráneo.

La fotodenuncia de esa mujer, es la mejor manera de hacernos ver la tragedia que diariamente se vive en sus costas.

Ese Mediterráneo que cantó Serrat, el Mediterráneo de las civilizaciones y la cultura, el de los Argonautas, el que cruzó Cesar y Marco Antonio, el de la batalla de Lepanto en la que participó Cervantes, ese Mediterráneo, que baña costas de tres continentes, hoy es una inmensa tumba, en la que acaban los cadáveres de los parias de la tierra, que cruzan continentes, descalzos y hambrientos, que empeñan su vida para seguir viviendo, que huyen de la guerra y la tortura, los que lo arriesgan todo por una esperanza de vida mejor.

Un Marc que abandona su zona de confort para lanzarse al mar a salvar vidas

Y cuando delante de sus ojos se encuentran el mar azul que les separa de la tierra prometida, no saben o no imaginan que lo que están viendo va a ser para muchos de ellos una inmensa tumba azul y cristalina.

Mientras tanto Europa cierra los ojos a tanto horror, escucha impasible a los Salvini de turno y aplaude el gesto populista de la presidenta de Croacia, que bajo esa imagen dulce, bajo esos gestos de austeridad que ha protagonizado en el Mundial de Futbol y tanto se han comentado, imita a Hungría y pone vallas a sus fronteras para que a su país no lleguen refugiados.

Desde el último rescate del Open Arms, mi héroe particular es Marc Gasol, la estrella de la NBA, al que hemos visto emocionarse, impactarse y enfurecerse ante la impotencia de la muerte de un niño de cinco años y su madre, aferrados a las maderas de la lancha en la que se lanzaron al mar.

No es el primero ni será el último.

Marc Gasol es uno de los muchos rostros de esa otra parte de la humanidad que aporta su imagen y su esfuerzo como voluntario de una organización que salva miles de vidas en el Mediterráneo. Un Marc Gasol con un corazón tan grande como su estatura. Un Marc que abandona su zona de confort, que se tiene bien ganada, para lanzarse al mar a salvar vidas y de paso gritar al mundo que lo que está pasando es una vergüenza.

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