Desde mi ventana
Carmen Heras

Escribía yo un articulo sobre Vargas Llosa, cuando llega la noticia de la muerte del Papa Francisco, en una continuación de pérdidas de seres humanos importantes. Al saberlo, no pude por menos que recordar aquello que le oí contar a un alto dignatario de nuestro país. De cuando la época del “corralito” en Argentina.

Visitaba Argentina el español y pidió a sus interlocutores que le pusieran en contacto con alguien que conociese muy bien la realidad de allí, las causas y defectos de la situación. El por qué un territorio tan rico había podido acabar de ese modo. Los contextos, etc. “Si quiere enterarse bien de todo cuanto ocurre, hable con el Obispo de Buenos Aires. Es el mejor informado” -algo así vinieron a decirle-.

Nuestro líder lo visitó, quedando admirado de la clarividencia de su visión, del conocimiento de la complejidad del asunto argentino, de la amplitud de su experiencia… Cuando nos lo narró, a un pequeño grupo de comensales entre los que me encontraba, sus comentarios fueron tremendamente elogiosos sobre la capacidad e inteligencia de un jesuita “arrimado al terreno” como pocos. Y, dado que quien hablaba sobre él es un hombre avispado, no me queda ninguna duda de que acertó en el análisis.

Muere Francisco y habrá que esperar a ver quien le sucede y si sus enseñanzas y acentos en algunos temas se mantienen o desaparecen. Son tiempos convulsos los nuestros, con realidades cambiantes y problemas bastante irresolubles, donde no siempre el sentido común brilla, ni el talante. Tal pareciera que mandase el “sálvese quien pueda” y el que no pueda que no se salve. Descanse en paz y que la Iglesia acierte ahora en su sustituto. Porque la importancia de sus dictados sigue siendo incontestable.

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