vedruna

El cacereño está poco acostumbrado a recibir inversiones cuantiosas, por eso nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos anuncian que se va a peatonalizar una calle con 600 mil euros o se va a rehabilitar un mercado en Ronda del Carmen por 800 mil. No digamos, claro, la cantidad destinada a la construcción de la segunda fase del Centro de Artes Visuales Helga de Alvear, unos diez millones de euros, de los que la galerista alemana asume la mitad. Son cantidades astronómicas para la mayoría de nosotros, economías domésticas que tratan de llegar a fin de mes de la manera más digna posible. Es dinero, sí, pero si lo comparamos con los gastos de producción de unos premios Ceres, de una Vuelta a España o de un World Padel Tour, esta cantidad estará más que justificada, pues es dinero que se invierte directamente en la ciudad y permanece en ella frente a los acontecimientos que para mayor gloria y relumbrón de sus dignísimas autoridades desaparece al mismo tiempo que el star system que se deja ver a la luz del dinero público. Tenía razón Elena Nevado al afirmar que es un dinero para hacer ciudad. ¿Qué hay otras prioridades? Cierto, pero justo ese es el argumento que esgrimen ladinamente los que se adueñan de las inversiones millonarias que durante años nos han arrebatado a los extremeños. Aquí nunca tuvimos necesidad perentoria de AVE, ni autovías, ni centros logísticos, ni fábricas, ni refinerías. Y precisamente de aquellos barros estos lodos. Extremadura ahora debe afrontar su futuro hablando de desarrollo sostenible y energías renovables dando de lado a la riqueza que nunca tuvimos porque otros no nos vieron como prioridad. Y el problema más grave es que lo dimos por asumido, por eso cuando alguien anuncia una inversión en Extremadura —extrapolado a la enésima potencia en Cáceres— nos llevamos las manos a la cabeza pensando si no hay otra forma de emplear el dinero público.

Otro asunto bien distinto es plantearse la naturaleza de la inversión, si está bien previsto meter diez millones de euros en un museo de arte contemporáneo que tiene escasa repercusión en la vida diaria de esta ciudad y pasa de puntillas en la programación cultural de España, a pesar de que Helga de Alvear esté considerada una galerista de primer orden. Sin desdeñar tamaña apuesta por esta ciudad ni subestimar la cuantía de la inversión, ¿no sería más conveniente detraer de esa partida una cantidad para promoción exterior del museo y por ende de Cáceres? ¿No se trata de atraer visitantes que se dejen los cuartos en los negocios locales de esta ciudad mientras comen, beben, duermen y compran? El Centro de Artes Visuales no debe ser el cobijo de la inmensa colección de la señora Helga, debe erigirse en un mecanismo de promoción turística de Cáceres. Y para eso debemos planificar cómo nos vendemos fuera de nuestras murallas. Paquetes de producto turístico que contemplen visita a este museo y el Vostell en Malpartida; experiencias que permitan al visitante descubrir la variedad de especies arbóreas que tiene Cánovas, un jardín botánico escondido a la vista del transeúnte. En suma, una serie de acciones encaminadas a convertir las 100.000 visitas que hemos tenido en agosto en un millón de cara a 2015. El reto no es congratularse con las cifras, sino superarlas, pues tenemos sobrados recursos para ello. Y es que a veces olvidamos que somos el tercer conjunto monumental de Europa.

Artículo anteriorTigers
Artículo siguienteNEBULA

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí