Esta semana cerramos las entrevistas a los premiados de los certámenes literarios de la Diputación de Cáceres. Como colofón final entrevistamos a Francisco J. Vaz, ganador del XLIX Premio «Cáceres» de novela corta.
Su obra, ‘Las sombras que traerá la noche’, homenajea el juego de heterónimos, Portugal, la figura de Fernando Pessoa y quién somos cada uno de nosotros. Hablamos con él para conocer cómo surgió su obra y su amor por el país vecino entre otros temas.
¿Cómo nace la novela “Las sombras que traerá la noche”?
La novela nació precisamente una noche, aunque debo aclarar que el título no guarda relación con las circunstancias concretas de su alumbramiento. Sucede que a veces despierto en mitad de la noche y me vienen a la cabeza historias que podría escribir o ideas acerca de cómo encarrilar un texto “varado” en proceso de redacción. Es posible que la salida del sueño sea un momento de alta lucidez creativa en mi caso, que la eliminación de los estímulos diurnos favorezca la emergencia en mi conciencia de ideas potencialmente productivas. Decía Miguel Ángel Buonarroti, hablando de su “Pietá”, que la escultura ya estaba dentro del bloque de mármol que utilizó para crearla cuando empezó a esculpir, que él se limitó a eliminar los fragmentos de piedra sobrantes. Sin pretender establecer un imposible paralelismo entre él y yo, a veces he pensado que hay historias que duermen en nuestras cabezas y de pronto despertamos una noche y las pillamos desprevenidas, lo que nos permite cazarlas, adueñarnos de ellas. No siempre suceden las cosas de ese modo, por supuesto, pero así fue en el caso de “Las sombras que traerá la noche”, que surgió, como dije, de un despertar no programado. Lógicamente, no apareció como una historia terminada, sino como una idea más o menos nebulosa acerca de la posibilidad de utilizar personajes de Fernando Pessoa para una historia de intriga, una “história policiaria”, como al propio Pessoa le gustaba llamar a este tipo de relatos.
¿Y qué tiene de especial para haber conseguido ser la galardonada entre 605 novelas provenientes de 24 países? ¿Qué crees que la hace única?
Esa es una pregunta que solo pueden responder los miembros del jurado que decidió premiarla, ya que no tengo información acerca del resto de las obras y pecaría de presuntuoso atribuyendo a la mía cualidades de las que pudiesen carecer las demás. No creo que mi novela sea una obra única, ni siquiera en lo relativo a los personajes o a la temática. Hay escritores que se han valido de los heterónimos de Pessoa, empezando por José Saramago en su maravilloso relato “El año de la muerte de Ricardo Reis” y continuando con Antonio Tabucci (“Los tres últimos días de Fernando Pessoa”), Rui Lage (“Lo invisible”) o João Céu e Silva (“A segunda vida de Fernando Pessoa”, novela que no está todavía traducida al castellano). No se trata, pues, de algo original, aunque posiblemente sí en lo relativo a la estructura de la trama, ya que, en gran medida, es una metanovela, una colección de historias dentro de una historia, y es posible que esto pueda diferenciarla de otros relatos.
El escritor Eugenio Fuentes, al desvelar tu nombre como ganador del premio, destacó que es una obra que surge del amor a Pessoa, a Lisboa, a Portugal ¿De dónde viene esa pasión por el país vecino?
Creo que Eugenio estaba en lo cierto al decir lo que dijo y yo me siento feliz de haber podido transmitir esos sentimientos a través de mi texto, porque lejos de ser elementos expresos, son los promotores implícitos de un tono que intenté que empañase la obra de principio a fin. He vivido en Badajoz la mayor parte de mi vida y el amor por Portugal viene de mi infancia, ya que para mí Portugal representaba un mundo próximo y ajeno al mismo tiempo, un lugar muy próximo en el que vivían personas que tenían otras costumbres y hablaban otra lengua. Cuando viajé por primera vez a Lisboa tenía apenas siete años y desde entonces la ciudad quedó unida a mi corazón. Una vez cautivado por Lisboa, fue algo natural que la fascinación por Pessoa y su obra surgiese. Es mucho más fácil entender a Fernando Pessoa recorriendo las calles por las que se movió, las casas que habitó, los bares que frecuentó. Todo ello hasta donde es posible entender a Pessoa, que se ha mostrado siempre como un escritor enigmático, del que desconocemos todavía muchas cosas, ya que dejó una parte esencial de su vida encerrada en un arcón y todavía no hemos tenido acceso a gran parte de sus escritos. Hay numerosos elementos en Fernando Pessoa y en su obra que lo hacen peculiar: en él está lo plural, lo efímero, la contradicción permanente y, al mismo tiempo, el deseo de construir un universo literario, la búsqueda de la homogeneidad, la persecución obsesiva de la persistencia.
“Las sombras que traerá la noche” aborda el problema de la propia identidad, por eso te pregunto, ¿quién somos cada uno de nosotros?
La búsqueda de la identidad es un elemento esencial en la vida de toda persona. Tiene que ver, en mi opinión, con la creación de un relato íntimo que engloba y da sentido a lo que hemos sido, a lo que somos (o pensamos que somos) y a lo que pretendemos ser. Por ese motivo, el problema de la identidad ha inspirado a numerosos escritores. Para mí, el prototipo de relato centrado en la cuestión de la identidad es “Frankenstein”, de Mary Shelley, una historia angustiante articulada en torno a la pregunta: “¿Qué soy?” (ni siquiera quién soy, sino qué soy, de qué sustancia estoy hecho, qué principio constituyente le da consistencia a mi supuesto ser). La cuestión de la identidad está también presente en la producción literaria de Franz Kafka, de Marcel Proust, de Jorge Luis Borges, de Robert Louis Stevenson, de Oscar Wilde y de Luigi Pirandello, por citar sólo a media docena de escritores. Creo que, a partir del siglo XX, gran parte de la filosofía y la narrativa occidental se articulan precisamente en torno a la cuestión de la identidad, quizá reflejando la crisis de valores de las sociedades occidentales, la “muerte de Dios” de la que habló Nietzsche. ¿Quiénes somos cada uno de nosotros? Creo que, en el mejor de los casos, somos buscadores de sentido en un mundo que posiblemente no tenga otra razón de ser que estar ahí, conteniendo nuestra angustia, nuestra soledad, nuestro temor al vacío y a la muerte.
Además de escritor eres médico en el Servicio Extremeño de Salud y catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Extremadura, a la vez que decano de la Facultad de Medicina, e incluso pintor ¿es posible compaginarlo todo? ¿Se puede sacar tiempo para escribir?
Se puede tener tiempo para escribir, pintar y trabajar siempre que uno sepa organizarse y establecer prioridades, aunque el tiempo, por mucho que se tenga, nunca es suficiente, al menos en mi caso. Aun así, intento sacarlo de donde sea y, de hecho, se lo robo a la televisión y otras actividades más o menos banales, para destinarlo a tareas que me resultan mucho más gratificantes. A menudo me voy a acostar muy tarde y casi por obligación con mi cuerpo. Aun así, creo que soy un hiperactivo domesticado por la cruda realidad, una persona con un alto nivel de actividad y una buena capacidad para “meterse en la tarea”, lo que me permite ser productivo, incluso utilizando pequeños fragmentos de tiempo.
¿Tus experiencias como médico, en la universidad o incluso en otras artes como la pintura influyen en tus historias o en tu manera de escribir?
Intento que mi vida laboral se mantenga alejada de mi vida personal y de mi producción literaria, aunque a veces puede ser inevitable que el clínico emerja en algún lugar del relato, como sucede en “Las sombras que traerá la noche”, donde aparecen personajes y entornos ligados al mundo de la psiquiatría, como el doctor Esteves, la enfermera Branco o la casa de reposo de Cascáis. De todos modos, cuando toco algún tema relacionado con el mundo psiquiátrico suelo hacerlo desde una sana distancia y, siempre que puedo, con sentido crítico y humor. Intento utilizar mis propias vivencias más que las ajenas, elementos autobiográficos y, sobre todo, intento documentar al máximo lo que escribo y construir escenarios que aporten credibilidad a la historia, a veces escenarios ficticios a los que intento vincular con los reales sin solución de continuidad, al estilo, por ejemplo, de lo que hacía Italo Calvino con sus “ciudades invisibles”, salvando una vez más la enorme distancia que en este caso existe entre Calvino (otro de mis autores de cabecera) y yo.
¿Crees que es importante que se fomente la literatura con certámenes como este que organiza la Diputación de Cáceres?
Por supuesto que es importante, muy importante. Si la travesía del desierto que supone la elaboración de una obra artística no se acompaña de un reconocimiento (que en el caso de la literatura viene dado por la publicación de la obra) se produce un colapso en la cabeza del artista, emerge un fuerte sentimiento de desencanto que en ocasiones llega a tener consecuencias fatales, como sucedió, por ejemplo, en el caso de John Kennedy Toole. Son muchos los escritores que no vieron reconocida en vida su obra, comenzando por el propio Pessoa, que debió de sufrir lo indecible con los frecuentes rechazos por parte de los editores a la hora de intentar publicar sus escritos. Creo que el mundo cultural portugués maltrató a Pessoa en vida y hoy Portugal lo adora. El baúl de Pessoa, en estos momentos objeto casi de culto, es un ejemplo vivo del trato ignominioso que a menudo se da a los (por lo general) sacrificados escritores.