Estrés emocional. Sergio Martínez

Sergio Martínez

Viernes 20 de marzo. Cielo gris. Lluvia tras el cristal. Y las flores blancas que nos dicen que la primavera está aquí se desprenden frágiles y silenciosas para cubrir la calle con su belleza. Ha pasado una semana. Una semana de cuarentena. Una semana de emociones y sensaciones humanas: amor, incertidumbre, alegría, soledad, miedo y esperanza. Emociones que normalmente se dispersan en la cotidianidad de la vida, pero que ahora se agolpan brutales una tras de otra en horas, minutos y segundos de un mismo día.

Estos días me he dado cuenta que han chocado en la cuarentena dos realidades desiguales. Por un lado, la realidad dinámica, la de la actualidad, llena de información. Que no descansa. Que no para. Miles de wasaps, mensajes, videos y noticias. Y la angustia de verlo todo, de leerlo todo, de contarlo todo. Y por otro lado, la realidad estática. la del espacio. Delimitado como nunca. Definido, preciso e inamovible. Un hogar. Dulce hogar. Sanación y condena a la vez.

He de reconocer que entre trabajo, mensajes, amigos y familia no lo llevo mal. Me siento acompañado. Estoy entretenido. Me gusta mi trabajo. Me gusta estar en casa. Hago más deporte que de costumbre. Como bien. Grabo tonterías. Y suelo reír. Aún así, hay algo con lo que me cuesta convivir, la incertidumbre. Esa que genera duda. Y que se convierte en miedo. Ver la vida de otras personas que me importan por una pantalla. Esperando esa foto. Ese mensaje que me diga que todo va bien. Que ha pasado un día más. Que es un día menos. Que todavía estas. Que escapo de la incertidumbre y puedo volver al estrés emocional.

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