Desde mi ventana
Carmen Heras
Se define oficialmente a un energúmeno como una persona colérica que, al enojarse, se expresa con violencia. Véase (por ejemplo) a quienes matan a sus mujeres sin compasión. Recordemos, precisamente hoy 25 de noviembre, el día elegido para recordar la violencia de género. Es espeluznante.
No seré yo quien intente llevarle la contraria a la Real Academia Española, pero para mí la palabra tiene un significado más extenso del que parece en una primera interpretación del término. Porque existen los energúmenos, demostrables en sus estrategias, sus pensamientos e incluso en sus manifestaciones orales, aunque no alcen demasiado la voz.
No me digan que no han conocido a ninguno de éstos. A mi la vida me ha puesto en contacto con algunos. En la memoria fiel se me ha quedado su falta de empatía hacia mí, siempre en nombre de unos (según ellos) sacrosantos valores a los que todos debiéramos ajustarnos, aunque, a la postre, los pisotearan mil veces para buscar solo el interés propio y el de su familia (particular, política, etc).
Energúmenos los ha habido en todos los tiempos. Recordaba yo a tantos lisiados, de puro energúmenos, en el beber o en el aparentar. Energúmenos en la oposición al contrario, tanto que pasaron (y pasan) por encima del dolor personal de los otros (cuando embarcados estos últimos en crisis profundas, muestran la debilidad de sus flancos), energúmenos en las respuestas, tanto como en las preguntas, en asambleas multitudinarias o foros dispuestos para que actúen los más conspicuos de entre los energúmenos.
Pasado el tiempo algunos se arrepienten. Son los que buscan tu mirada y tu saludo. Al cruzar la calle. Cada día. Y les dices hasta luego para demostrarles que el pasado ha caducado, que has conseguido controlar el sentimiento de asco que te produjeron sus acciones, fruto de la táctica de otros, aunque no sea así, porque a la vera de cada uno camina la sombra de lo qué fueron y de vez en cuando se hace visible y nos lastima.
La historia nos ha legado energúmenos con nombre conocido. Verdad o leyenda en sus acciones Nerón y Calígula han sido tomados como prototipos. Pero existen otros, mayormente desdibujados dentro de su grupo también tachados por la memoria colectiva de energúmenos. El otro día contaba Peridis, el sagaz dibujante, una historia real y terrible acaecida en su pueblo en tiempos no tan lejanos y cuyos protagonistas siguieron el guion de las grandes tragedias con víctimas asesinadas por puros energúmenos. Y hasta Dolores Redondo (la escritora conocida por sus libros cuyas tramas se sitúan en el bello valle de Baztán) ha recordado en su última narración la sima real a la que arrojaron una pandilla de (como poco) energúmenos a una mujer y sus hijos. Por esto. O por aquello. Que siempre tiene causa el energúmeno.
Desgraciadamente hay muchos ejemplos de esta especie. Hoy también. Y debiéramos llevar el radar del miedo para detectarlos. Y poder excluirlos. Porque empiezan con poco. Con rumor de palabras y amenazas. Y cuando miras…ya han ocupado un sitio preeminente en la cadena que mueve al mundo.