La amistad y la palabra
Enrique Silveira

Cuando alguien tan querido como tú, Ricardo, nos deja, se mueven muchas cosas en el alma de los que nos quedamos. La desaparición del ser humano suscita una retahíla de comentarios que suenan a tópico, a palabra desgastada, a justificación inapropiada que no alivia el desconsuelo. Casi todos giran en torno a una evidencia – la inexorabilidad de la muerte – y a un deseo – la continuidad de la vida-, pero hay ausencias que convierten en obsesión a la primera y dejan a la segunda como quimera. Y es que la vida ya no será lo mismo sin ti, buena persona; puede ser que nuestras rutinas se parezcan a las que han ocupado los últimos tiempos; se sucederán las jornadas de trabajo y las de asueto, los días luminosos y los de luz más tenue, nos cruzaremos con las caras de siempre en el camino al trabajo, sonará el teléfono y responderás a los interlocutores habituales; parecerá que la vida transcurre como siempre…pero no será en absoluto igual, Ricardo, porque faltas tú, una de esas personas muy difíciles de olvidar, irreemplazable. Se dirá que ninguno de nosotros es indispensable, que el mundo no ha dejado de girar nunca tras una desaparición, pero nada es igual desde que no estás y cualquier actividad nos recuerda que ya no podremos disfrutar de ti, de tu optimismo, de tu bondad, de tus constantes atenciones, de tus intervenciones indispensables, de tu alegría…

Durante el duelo, el silencio y las lágrimas eran los protagonistas; los abrazos y las caricias de consuelo predominaban porque cualquier discurso se queda pequeño cuando se trata de confortar a los que tanto han perdido. Estabas allí y parecías escuchar nuestro llanto; alguien comentó que te ibas a incorporar para compartir la música que aderezó la jornada; sonaron Los Beatles, por supuesto, a los que adorabas como casi todos los de nuestra generación y a los que interpretabas en un perfecto inglés que apenas entendías, pero que reproducías como si hubieras nacido en el barrio de Liverpool en el que ellos se criaron. Cantabas sus canciones con esa voz tuya que a veces era torrente y otras torbellino porque no se forjó para entonar canciones de cuna, aunque a tus hijos no les faltaron nunca tus interpretaciones y se han hecho herederos de tus gustos.


En tu despedida no faltó nadie. Acudieron familiares de diversos lugares, compañeros de trabajo, muchos amigos, todos compungidos porque a pesar de saber que luchabas contra un enemigo invencible nos habíamos impregnado de tu optimismo, de tu valor, de tu determinación ante la adversidad y hasta los últimos días soñábamos con tu vuelta a las actividades que llenaban tus horas. Aun a sabiendas de que todos hemos de desaparecer, hay marchas que resultan imposibles de aceptar. Y es que te has ido muy pronto, buen amigo; te quedaban muchas cosas por hacer, nos hacías mucha falta a los que aquí quedamos porque con tus ganas, tu inmejorable disposición y tus incontables habilidades la vida de todos es mucho más fácil y mejor. Ahora, cuando planeemos el futuro inmediato, nos costará mucho hacernos a la idea de que no nos vas a acompañar; haremos las cosas porque a ti te gustaría que siguieran tal cual, pero no serán lo mismo, nos faltará un compañero incansable, un consejero cabal como pocos y un amigo leal.

Nadie sabe con certeza lo que encontraremos más allá de la vida terrena, pero nos gustaría reunirnos contigo cuando emprendamos el viaje que tú has hecho demasiado pronto; seguro que estarás deseando recuperar el tiempo perdido y nos saludarás con un ¡Os estaba esperando, Pollos!

Allá donde estés sé feliz y que cada una de nuestras lágrimas te provoquen una sonrisa de satisfacción, como aquellas que hemos disfrutado tanto años de ti y que acompañabas con tu mano en nuestro hombro, como diciéndonos: «Tranquilo, estoy aquí contigo».

A Ricardo Muro, que jamás desaparecerá de nuestros corazones.

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2 COMENTARIOS

  1. Que gran verdad en todas estas palabras y al final se quedan en que buen amigo y que buenísima persona. Que gusto daba cuando al verlo después de mucho tiempo te miraba con su sonrisa de bonachón y te daba un gran abrazo.Vuela alto amigo que seguro que estés donde estes será un buen sitio porque en tu vida lo hiciste muy bien. BESOS AL CIELO

  2. «…damos un paso más para reconocer a cacereños y sobre todo a cacereñas el trabajo callado… »
    ¿Por qué «y sobre todo a cacereñas»?
    ¿No tienen derecho al mismo reconocimiento ellos y ellas?
    ¿El trabajo de ellas es mejor, más valorable?
    ¿De verdad merecen ellas ser tuteladas de eda manera

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