Historias de Plutón
José A. Secas

De todos es conocido que sabe más el diablo por viejo que por diablo y que la experiencia es la madre de la ciencia. Este es el consuelo de tontos que manejamos los que ya peinamos canas y vemos como el divino tesoro se va quedando cada vez más atrás en nuestro fugaz paso por la existencia. Entre tanto, a base de acumular años, por torpe que uno sea, algo aprendes y te das cuenta con más facilidad de ciertos detalles del comportamiento de las personas que aportan tanta información como una conversación en profundidad. Os cuento esto porque el otro día fui convocado a una entrevista de la que saqué más bien poco rédito en aspectos concretos y mucha información del conjunto.

No quiero enumerar los detalles porque mi actitud constructiva y positiva entraría en contradicción con las evidencias que se presentaron en el encuentro y las conclusiones que de ellas se derivan. Tampoco voy a revelar estas observaciones que podría enumerar sin vacilar (con uve) y sin bacilar (con be) porque estas letras las leerán los asistentes a tal encuentro y no soy tan tonto como para dejarlos en evidencia y acusarlos de nada; nada más lejos de mi intención. La lectura que hago de sus actitudes, sus discursos, sus gestos y sus lenguajes verbal y no verbal tan solo engrandecen mi experiencia, confirman mis sospechas y revelan la clase de personas que cada cual es. Sin entrar en juicios a terceros, me quedo con lo que a mi me aporta. La información que me ha proporcionado la observación del conjunto de detalles solo me hace más sabio. Me quedo con eso.

En paralelo a la vida real se desarrolla una vida virtual en la cual me desenvuelvo desde hace años con mayor o menor dedicación y acierto. En esa vida donde las relaciones se construyen por escrito y en la distancia ya me he fogueado de lo lindo y he acumulado un rosario de experiencias positivas y negativas con grupos, perfiles, aplicaciones, foros, fantasmas, algoritmos, redes, programas, sitios y entornos. En la vida virtual también se triunfa o se cometen errores. La base de desarrollo evolutivo  y el concepto filosófico general comparten las mismas reglas que la vida real, pero hay unos detalles insalvables que hacen de este mundo “otro mundo”. Esos detalles son precisamente los que no se ven, no se contextualizan, no se huelen y no vibran alborotando tu alma o tu piel. Es fácil establecer conexiones y equivalencias entre ambos mundos que cabalgan en paralelo, pero que aun siendo parte de la vida de cada uno, se rigen por reglas distintas.

En ambos mundos, en el que se ve y se percibe y en el que se lee y se intuye, se miente o se oculta la verdad premeditadamente a la vez que se revela más de lo que uno cree. A los ojos del buen observador no se escapan los detalles importantes y la información que se genera engrandece el bagaje, enriquece el alma y engorda el disco duro. Como siempre, tus riquezas acumuladas, de información en estos casos, las puedes utilizar con una u otra intención. Hoy estoy especialmente positivo y quiero achacárselo a mi talante en general. Es más fácil que broten las flores en un suelo abonado y regado que un desierto baldío. Creo que es una postura inteligente, ¿no es cierto?. Ah, se me olvidaba: no te creas ni la mitad de la mitad de lo que yo te diga ni de lo que te cuente nadie (y menos la tele). Si estás de acuerdo, sígueme y comparte ;-)). Je.

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