El XXVIII Premio de Poesía ‘Flor de Jara’, organizado por la Diputación de Cáceres, ha viajado hasta Bogotá (Colombia) para galardonar a Christian Rincón. Su obra, ‘Tragasapos’, fue valorada por la presidenta del Jurado como “un libro que muestra un talento poderoso, es un libro profundo, lleno de extrañeza, en el que la vida pasa como los agujeros que horadan los poemas”.
En Avuelapluma.es queremos conocerlo un poquito más y, por eso, le preguntamos cuándo se enamoró de la poesía, qué verso le describe mejor o su opinión sobre el papel de la poesía en la sociedad actual. ¿Nos acompañas?
¿Cuándo te enamoraste de la poesía y qué es lo que te gusta de ella?
Como diría Margarite Duras, demasiado temprano fue demasiado tarde. Sin embargo, también creo que no existe un único origen.
Por ejemplo: la profesora del jardín se aburrió de enseñarme a coger el lápiz, entonces mi mano siempre ocupaba la mitad derecha de la hoja y cuando escribía los dictados, al final me quedaban con la forma de un poema larguísimo e involuntario.
Otro ejemplo: en octavo grado me empezó a gustar una niña y la niña iba a la biblioteca y yo me hacía el que leía para que me viera, pero la niña ni siquiera sabía mi nombre, hasta que un día entré a la sección de poesía y me miró. Cogí un libro al azar, me senté en una mesa coja y pasé los próximos tres años del bachillerato metido en esa biblioteca. La niña cambió de colegio, se enamoró, hizo planes y yo en algún momento de eso, empecé a escribir.
Último ejemplo: a veces me quedaba viendo sin un propósito claro los programas de Bob Ross. Generalmente, antes de empezar, el tipo sacudía la brocha contra un mueble y a eso le llamaba [sacarle el diablo al pincel]. Luego se pasaba una hora haciendo árboles, enseñándose a sí mismo el peso de una nube hasta que en una ocasión se quedó mirando lo que había hecho y le preguntó a la cámara [¿Qué pasa si pinto algo y no me gusta? No, no son errores, lo que ocurren son felices accidentes] y de alguna manera eso me dio la tranquilidad de intentar cualquier cosa, de escribir cualquier cosa.
Si tuvieras que definirte en verso, ¿qué estrofa o poema elegirías?
Ahora mismo escogería una de Tiqqun:
“Charlamos, nos besamos, preparamos una película, una fiesta, una revuelta, encontramos un amigo, compartimos una comida, tres sillas, nos amamos. En otras palabras: construimos el Partido”.
Pero sería como decir nada, porque si me preguntan hace tres días sería un verso del gran Gerardo Arana:
Ojalá el gobierno
me diera una beca
y me prestara
un bosque
para escribir contigo.
Y el domingo, cuando me estaba muriendo de tristeza, podría haber dicho lo que dijo Stephen Dunn:
“mi propio corazón una ciudad
con un terrorista atrincherado
en el despacho del alcalde”.
Estoy ciegamente convencido de que nuestra posición dentro de un plano determina la importancia que tiene una u otra palabra.
Y ya sin verso, ¿cómo definirías tu obra premiada ‘Tragasapos’? ¿Qué temas o pulsiones la atraviesan?
Tragasapos es un libro extraño, porque yo lo que quería trabajar era el sistema nervioso de la hoja, que cada página tuviera una ecología, un propósito vital, pero cuanto más avanzaba menos entendía y terminó siendo un completo misterio. A veces pensaba que se trataba de cosas vivas, cosas que se oscurecían en el lenguaje, pero después pensé que se trataba de la naturaleza confidencial del deseo y poco después me convencieron de que este libro era mi manera de posponer las citas médicas. Este libro, si atraviesa algo, es precisamente la incertidumbre de la forma, la amistad a cualquier costo, los días en los que no pasó nada.
El jurado ha mencionado que tu trabajo habla en primera persona, pero que se expande, se mimética, se pulveriza, no es nada y a la vez es todo, somos todos. ¿Hay mucho de ti en este conjunto de poemas?
He empezado a creer que la primera persona no habla necesariamente del yo. De mí. De alguien. Es más bien una forma de estar en el lenguaje. Me gusta pensar eso que me dijo Juan Bonilla una vez en un ascensor: la Y es una cauchera, la O es una piedra: el YO es un arma cargada. No sé si hay mucho o poco de mí en los poemas, pero lo cierto es que hay mucho de todos.
¿Qué papel crees que puede, o debe, jugar la poesía hoy en una sociedad tan acelerada e hiperconectada?
La verdad, no sé muy bien lo que significa estar hiperconectado. ¿La gente todavía dice esas cosas? Generalmente se usa esa palabra de una manera peyorativa, pero a mí me suena como algo que yo también quisiera sentir. En cualquier caso, la poesía desconecta, apaga, interrumpe, detiene con amabilidad y a lo mejor ese sea uno de sus valores políticos más importantes ahora mismo. Al fin y al cabo, ¿qué nos hace un poema exactamente? ¿Te incita a la disolución? ¿Te aproxima a algo? ¿Te aleja un poquito del miedo? ¿Te inicia en la complicidad? No lo sé.
¿Qué poetas o libros han marcado tu forma de escribir o de entender la poesía?
Yo cada tanto digo: quiero escribir como John Arne Sæterøy hace sus dibujitos, pero también he dicho antes que quiero escribir como lo hacen los osos sobre la superficie del hielo, dejando una huella temporal solo para que alguien sepa en qué dirección huyeron. Amo mucho y muy a menudo el trabajo de mis amigos, quienes han determinado la forma en la que escribo. Me alimento de todo lo que se me acerca y por eso he diseñado como las plantas, estrategias feroces para atraer o alejar. Es otro tipo de relación posible con las influencias que nos van marcando el camino.
Además de escribir, también impartes algún que otro taller de poesía. ¿Cambia tu manera de entender la poesía cuando actúas como autor o como formador? ¿Es mejor dejar fluir la poesía o perfeccionar los versos y estrofas antes de avanzar?
Yo tengo que confesar que soy un vago comprometido. Eso quiere decir que mi verdadero y último trabajo es con el lenguaje; lo demás son mis asuntos con el capitalismo. Lo supe desde hace mucho y lo he asumido con mucha dignidad y poco sentido de la realidad. Lo que se deriva de eso es la alegría de la pedagogía, la oportunidad de complicar el mundo, la poesía.



























