La bruja Circe
Siempre insisto en la importancia de los símbolos, no importa cuán dudosa ha sido su adquisición.
Un símbolo puede servir de hilo de unión con lo espiritual o vendernos unos productos.
Ahora celebramos en nuestra ciudad el centenario del reconocimiento de la imagen, por las autoridades de la zona, de la que el pueblo ya llamaba Nuestra Señora de la Montaña, no como un trozo de madera tallada, sino como un símbolo de fe, que ya se había convertido en una advocación mariana y en objetos de veneración por los cacereños.
Y ahora, todos se unen en fiestas y actos alegres para celebrarlo.
Dicen que la imagen de la Montaña fue traída por peregrino, de nombre Francisco Paniagua, que recorrió más de cuarenta kilómetros con una imagen de la virgen al cuello, esperando una señal divina que le indicase un lugar para construir un templo a su culto. Defraudado, se retiró a la escarpada sierra de la Mosca. Yo diría que fue guiado al lugar adecuado.
Aunque dudo mucho que un hombre despojado de bienes pudiese adquirir una imagen ¿la encontró? no lo sabemos, pero las gentes respondieron, acudieron, ayudando con rezos y limosnas y al fin, algún señor y algún sacerdote.
Viendo que las gentes, cada vez más y más, la habían adoptado como símbolo y acudían, a aquella pequeña imagen, encontrada no se sabe dónde, y enterados al fin, que le habían dado nombre y que ese nombre era venerado.
Y comenzaron a ayudar para crear un pequeño santuario y sacralizar el culto. Y eso fue porque las gentes, trabajadores y amas de casas, lavanderas y pastores, niños y ancianos, reconocieron el símbolo de la madre protectora, que tiempo atrás habría tenido otros nombres, pero en ese momento, se identificó como la Virgen de la Montaña, muy adecuado porque en principio era una especie de copia de Montserrat.
Pero qué importa quien la trajo, quién la encontró o a quien se parecía.
Fue la imagen quien encontró a la ciudad y los cacereños los que la encontraron a ella, la reconocieron como un símbolo de protección, como un punto de unión, como una unión con lo espiritual, como su madre protectora.
Y son cien años ya que permanece como un faro y un punto de unión en la ciudad.
Feliz centenario a todos.