La temperatura de las palabras
José María Cumbreño

Borges siempre decía que imaginaba el paraíso como una especie de biblioteca. Y es que hay que reconocer que las bibliotecas, especialmente las públicas, suponen uno de los espacios más civilizados que ha creado el ser humano.

La cultura se ramifica de muchas formas. Por un lado, están los festivales y otros acontecimientos de grandes dimensiones, todos ellos necesarios para llamar la atención o reunir en un determinado espacio y tiempo a personas que destacan en alguna disciplina artística. Por otro, tenemos el imprescindible papel (aunque no produzcan tanto ruido) que desempeñan las bibliotecas y los bibliotecarios.

En Cáceres disponemos de varias realmente buenas. Hagamos un breve repaso.

La Pública del Estado, más aún después de la reforma a la que fue sometida hace unos años, se ha convertido en un referente para la cultura de esta ciudad. Dispone de unos fondos magníficos y resulta de lo más acogedora.

La del Palacio de la Isla es una joyita en la que da gusto estar. Eso sí, conviene admitir que se queda pequeña la mayoría de las veces.

La Zamora Vicente, en el Palacio del mono, me temo que muy pocos la conocen. Y mira que tiene un encanto enorme y uno puede disfrutar en ella de una tranquilidad absoluta.

A mí se me hacen pocas, la verdad. Sobre todo si consideramos que ésta es una ciudad universitaria y que, de unos años a esta parte, comienza a existir una distancia nada desdeñable entre unos barrios y otros. Por eso, tal vez, habría que adaptar la oferta de bibliotecas públicas a la nueva demanda. Por eso, tal vez, habría que plantearse la posibilidad de diseñar una pequeña red de bibliotecas aprovechando edificios como las casas de cultura, el embarcadero, la factoría joven o los centros cívicos.

Pongámonos en la piel de cualquier adolescente que resida en, por ejemplo, la Mejostilla, Cáceres el Viejo o el Residencial Universidad. Realmente le supone un considerable esfuerzo desplazarse hasta el centro para ir a la biblioteca. Y encima puede que, si se demora un poco, ni siquiera encuentre un sitio libre donde poder estudiar. A mí me parece que no supondría una gran inversión habilitar en los centros que se han citado más arriba sendas bibliotecas que ofreciesen la opción de estudiar o sacar un libro en préstamo sin necesidad de sobrecargar la ya saturada de Cánovas.

Nos hacen falta más paraísos.

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