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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Sus compañeros de partido la obligaron a dejar el PP y los jóvenes cachorros marcaban diferencias entre el nuevo PP – el de ellos – y el viejo PP – el de ella – que se juzgaba corrupto y desvaído; “esa señora de la que usted me habla” contestaba Mariano Rajoy cuando algún indiscreto periodista lograba preguntarle por la obstinación de la senadora en mantener el cargo en nuestro más caro cementerio de elefantes y en Valencia, los diputados autonómicos populares le exigían el acta junto a PSOE, Compromís y Podemos. Rita Barberá era la apestada.

Hasta que murió. Ya es santa súbita, sus corruptelas han sido perdonadas, Don Mariano Rajoy vuelve a llamarla Rita y todos señalan con el dedo a los periodistas y políticos que han afeado el comportamiento de la ex alcaldesa y senadora. Vosotros la matasteis, nos vienen a decir.

De todos los comportamientos que ha generado el triste fallecimiento de Rita Barberá (descanse en paz), y los ha habido de toda calaña, hipócritas, histriónicos, de postureo… el que me parece más peligroso e indecente es el manifestado por personas de relevancia como el ministro de Justicia o el portavoz del PP en el Congreso: señalar a las informaciones publicadas sobre los escándalos que han afectado a la durante 30 años alcaldesa de Valencia como responsables del infarto, reclamando a continuación que “se reflexione” sobre lo ocurrido. En otras palabras: que se renuncie a ejercer el control sobre nuestros políticos y se callen sus malas gestiones, no sea que se les provoque ansiedad. Esta utilización de la muerte de una persona para intentar imponer un manto mediático de impunidad y silencio me indigna, me asquea y me resulta repugnante, sobre todo viniendo nada menos que de un Ministro de Justicia y de un Portavoz Parlamentario.

Dedicarse a la política conlleva un precio: tu vida estará sometida a escrutinio público. No vale pretender quedarse con lo bueno (para algunos el salario, para otros la oportunidad de contribuir a construir la sociedad en la que crees) y rechazar de plano los inconvenientes.

Descanse en paz Rita Barberá. Merece un respeto. Pero la muerte no blanquea su gestión ni su comportamiento. No la hacer mejor política. No la convierte en una heroína, por más que algunos se empeñen en escribir en estos días hagiografías más propias de plañideras que de personas con criterio.

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