Dudas de papel
Goyo Tovar
Se dice que uno de los puntales de la democracia se construye cuando existe control de todos y cada uno de los “poderes”; más concretamente cuando entre el poder de las instituciones que hacen las leyes, el poder de los órganos que ordenan su ejecución y el poder de los tribunales que juzgan las posibles desviaciones, funcionan de manera independiente. Lo ideal es que entre los tres poderes denominados clásicos exista un equilibrio, para lo que se requiere una permanente y estrecha vigilancia entre ellos. A esta exigencia y bondad teórica se la denomina “separación de poderes”.
Y estos poderes -dicen los libros santos- que emanan de la soberanía del pueblo, que es quien ostenta la soberanía -y no el soberano- y tanto es así, que hasta la niña Leonor sale a leer la parte de nuestro articulado constitucional que aclara quién tiene la soberanía.
Después, la soberanía global se reparte en voluntades individuales que, al rejuntarse en los procesos electorales, conforman la nueva tendencia soberana. Los parlamentos, de acuerdo con la mayoría imperante elaboran las leyes (poder legislativo); es usual que el Parlamento elija al Gobierno, habilitando y dando forma así al Poder Ejecutivo. Y las leyes que ejecuta el Gobierno deben ser administradas por los jueces en nombre del pueblo (Poder Judicial) que es donde reside la soberanía de la nación. Todo muy sencillo.
Sin necesidad de que sea usted un experto estudioso, podrá comprobar que el ciudadano español cuando emite su voto soberano lo hace exclusivamente para elegir a los representantes del poder legislativo, para elegir a las personas que se dedicarán a hacer -o deshacer- las leyes. Nunca se nos ha pedido que expresemos nuestra opinión y voluntad para elegir a las personas que nos gobernarán (poder ejecutivo) ya que éstas se definen y eligen por los representantes legislativos que hemos elegido. Y en nuestra actual forma de estado, también los representantes legislativos eligen buena parte de la estructura del poder de la Justicia. Así me parece que más que una separación democrática de los poderes, nos controla una desequilibrada fusión de tales poderes.
Resulta entonces que me choco con la oscura duda de si cuando deposito mi voto libre, también estoy autorizando a que se me recorte el uso de otros poderes soberanos.