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Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Antes: dicen los entendidos que todo comenzó con la visión (en la pantalla de un cine neoyorquino) de un reloj incompleto, una media circunferencia en donde estaban señaladas las 11, 12, 1 y 2 (<<todas hieren, la última mata>>); la aguja de las horas no existe, y la de los minutos avanza, rápido, de izquierda a derecha volviendo al inicio, y luego, de repente, una sombra (los entendidos vuelven a manifestarse, “semeja a la de ´El vampiro de Düsseldorf`”) cruza la escena y… y después un disparo, “paw!”. Un hombre se desploma, observamos su caída en diagonal, “fíu” (un suspiro), y “bom”, el sonido del cuerpo chocando, sordo (no hay rebote), contra el suelo. Desde un plano cenital advertimos cómo una mancha oscura, sangre, brota bajo el cuerpo inane (“inane”) y se extiende. Viste de blanco y negro, lleva traje de “smoking”.

Ahora: dos hermanos están preparados para luchar contra el diablo, que acudirá a una casa (¿normal y corriente?), en un barrio normal y corriente (¿?), de una ciudad para nada normal ni corriente (París). El mayor espera en el piso superior (es un duplex; abajo, cocina con diminuto “ofice”, cuarto de baño y saloncito con habitación adyacente “de invitados”; arriba, distribuidor, pequeño servicio y habitación principal), ha pasado todo el día con resaca, lleva una Gluck (arma corta de fabricación austriaca, doce balas más la de la recámara, que también está, dispuesta) y no recuerda que hay una chica (morena, con preciosos ojos negros rasgados) durmiendo en su habitación; el otro hermano está abajo, empuña un arma larga, un Kaláshikov, “cuerno de cabra”, sin culata. Está sentado en el sofá, esperando.

Después: esa noche (escandinava) el maligno será un hombre como cualquier otro nacido de mujer. Tendrá pelo negro largo y barba de unos días (es atractivo y alto), y olerá, como dicen los (antiguos) libros, a azufre (y no es broma), “inundará” ese hedor toda la casa, y además, vendrá con banda sonora incorporada, porque cuando él aparezca, ¿volando?, sonará Mahler como si todos los reproductores del mundo tuvieran en su maldito ADN la décima sinfonía (la inacabada) del checo, atronando. El hermano menor abrirá la puerta, apuntando al frente, pero allí asomará una mujer que, con paso seguro, irá hasta la habitación donde duerme, desnuda, la chica de los preciosos ojos negros rasgados; la despertará y hablará con ella sobre quien fuera su antiguo amor, previniéndola acerca de la maldad, intrínseca, de él (el hermano mayor). Y será una sola bala de 10 milímetros la que eliminará al hombre que lleva traje de “smoking” y se ha colado (¿volando?) por una de las ventanas. “Hermano, ahora tienes el control”. “No, tan solo tengo responsabilidad”. Miran el cadáver y creen reconocer al muerto, pero no dicen nada. Se miran (ha dejado de sonar la música). FIN…

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