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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Mientras se barajan las cartas – decía Xabier Arzallus refiriéndose a las negociaciones entre partidos – nadie pierde la partida.

Desde hace 40 días estamos asistiendo a una interminable, agotadora y febril partida de cartas donde casi todos quieren que salga el comodín de las elecciones anticipadas pero nadie quiere ser la mano que la ponga encima de la mesa.

El Partido Popular apuesta por ellas. Sabe que en este Congreso nunca tendrá los apoyos necesarios para gobernar y piensa que en una nueva contienda podría intentar arrebatar los votos a Ciudadanos. El PP es incapaz de dialogar con nadie que no sean ellos mismos. En un chiste malo, Mariano Rajoy se considera – ¡válgame dios! – “un activo” y por eso quiere volver a encabezar las listas. Como en el PP el candidato se elige a dedo, más exactamente “por su dedo”, no hay peligro de rebelión entre sus bases. Ese, sin embargo, es el problema de Pedro Sánchez. Su último acuerdo con Ciudadanos, que nace estéril porque no suma escaños suficientes, es un intento de aparentar imagen de estadista y conjurar así la fría y calculadora mirada de Susana Diaz, que aguarda en el Palacio de San Telmo. Susana espera. Es paciente. Lo suyo es esperar.

Curioso el acuerdo PSOE-Ciudadanos. Para Rivera es un triunfo porque lleva al centro a Pedro Sánchez y éste opina justamente lo contrario. En el pacto “reformista y de progreso” abundan los condicionales y en su apartado laboral, CCOO ha denunciado de inmediato que su reforma del mercado de trabajo no parece mejor que las anteriores. En todo caso, que mientras se negociaba con Podemos e IU en una sala se estuviera ultimando los detalles del acuerdo con el partido naranja en otra, discretamente – ¡como si la discreción fuera posible en estos días donde todos llevamos un kid de espía en nuestros móviles! – era obvio que iba a provocar una inmediata ruptura con la parte izquierda del hemiciclo.

Y en estas estamos: muchas reuniones, algún pacto, declaraciones y sin gobierno. Barajando, viendo cartas, analizando la reacción del otro. Si la cosa se pone fea tal vez tengamos que aplicar el método vaticano de elección de Santo Padre: hubo una vez donde los cardenales, encerrados bajo llave (cum-clave, cónclave), no sentían la inspiración del espíritu santo y el trono papal se dispuso vacío durante meses… Entonces, los romanos decidieron ir suprimiendo cada día el porcentaje de alimentos destinados a los príncipes de la iglesia encerrados en la Basílica… ¡Milagro! Lograron la ansiada inspiración y se entonó con rapidez el habemus papam. Tal vez sea una solución.

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