José Cercas

Cuando la historia antigua ilumina las guerras de hoy

Las imágenes que nos llegan de Gaza muestran la tragedia repetida de todos los tiempos: madres que lloran, hijos que esperan, ciudades arrasadas por la violencia. Lo que ocurre allí no es ajeno a nuestra memoria. La guerra cambia de escenario y de siglo, pero deja siempre la misma huella: ruinas, ceniza, dolor.

Al recordar hoy lo que sucede en Palestina, resuenan en mí los ecos de otra batalla: la de Salamina. Fue allí donde un pueblo, amenazado por un imperio, decidió resistir para defender su libertad. Aquella escena, lejana en la cronología, permanece cercana en su enseñanza: los pueblos pequeños suelen ser quienes pagan el precio de la historia.

Ya en mi primer libro dediqué unos versos a la antigua Salamina, intuición temprana de un camino que más tarde desembocaría en Guerras Médicas. Allí nació el germen de esta obra: un presentimiento de que las tragedias del pasado aún dialogaban con nuestro presente.

Guerras Médicas es una tragedia coral musical que recrea ese episodio fundacional de Europa. En ella, el coro es pueblo y conciencia; la madre y la hija, ternura herida; el mensajero, portador del miedo; y el propio Jerjes contempla impotente cómo se consumen sus barcos en llamas. La poesía se convierte en voz colectiva, y la música acentúa la memoria de la derrota y la esperanza.

He querido dedicar esta obra al escritor Javier Cercas, autor de Soldados de Salamina. Su novela nos recuerda que la memoria no es un museo de anécdotas, sino una herida que exige ser mirada de frente. Mi obra quiere dialogar con esa misma idea: que sin memoria no hay futuro, y que solo enfrentándonos a nuestro pasado podemos comprender el presente.

¿Por qué escribir hoy una tragedia griega? Porque seguimos viviendo tiempos convulsos. Porque, como entonces, hay pueblos sitiados que resisten. Porque la historia nos advierte de que los imperios cambian de nombre, pero la barbarie siempre es la misma.

Guerras Médicas no pretende dar respuestas, sino abrir preguntas. Es tragedia, pero también canto. Es poesía y también conciencia. Y, sobre todo, es una advertencia contra la repetición del horror: ayer en Salamina, hoy en Gaza.

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