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Desde mi ventana /
Carmen Heras

Existe en la televisión pública noruega (la NRK) un programa llamado Puberted que busca en ocho episodios acercar a los niños y adolescentes todo lo relacionado con la pubertad.

Cuestiones como el crecimiento, el cambio de voz, el nacimiento del vello corporal, la reproducción o el sexo, se tratan con lenguaje directo y sencillo. La Educación Sexual es una asignatura escolar en Noruega desde 1970 (el primer país en el que existió fue Suecia en 1955). Un Informe realizado en 2011 por el Consorcio Europeo para el Anticonceptivo de Emergencia detalla que un 82% de personas emplearon métodos anticonceptivos modernos (en España la cifra desciende hasta el 62%).

A veces los padres piensan que los hijos van detrás de ellos en determinadas cuestiones y resuelven intervenir pero dando un pequeño rodeo. Este es el caso en lo referente a la educación sexual. En otros tiempos, cuando la niña tenia su primera menstruación, los padres intentaban darle a conocer lo necesario sobre ese desarrollo natural y las medidas de higiene y prevención que debía tomar a partir de entonces. Se entendía que con los cambios fisiológicos la nueva mujer llegaba a una etapa de «riesgo» y era preciso alertarla para que se cuidase. Y no me refiero a la salud, solamente, claro.

Recuerdo la exclamación, llena de cariño, de mi padre cuando supo de mi tránsito de una situación a otra:

-» Pero si ya eres una mujer…» – dijo, mezclando susto y orgullo en partes iguales. Y no hubo más.

Aparentemente. Porque un día apareció sobre su mesa de trabajo un libro de tapas acartonadas y azules. Yo, entonces no lo sabía, pero se trataba de un ejemplar americano, escrito por un médico y un psicólogo para explicar prolijamente el cuerpo de las mujeres, la evolución y funcionamiento de todos sus órganos y las implicaciones emocionales de todo ello. El lenguaje era adecuado para chicos y chicas muy jóvenes y los dibujos y fotografías mostraban los cambios producidos en niñas y niños cuando llega su etapa de desarrollo; daba, de ese modo, una respuesta clara a las muchas preguntas que cualquiera de ellos se hace en un momento de inseguridad y conflicto personales.

Yo leía el libro cuando pensaba que nadie me observaba. Sorprendida de que mi padre lo tuviese y sobre todo que lo olvidase, con tanta facilidad, en un lugar tan visible. Tuvieron que pasar algunos años antes de comprender exactamente la treta paternal, que consistía en ofrecerme un reclamo (por aquel entonces yo era una lectora empedernida) de lo qué ellos (padre y madre) querían instruirme. Sin aspavientos y mojigaterías monjiles de colegio. Se hubieran «muerto», literalmente, de vergüenza, si hubieran debido explicármelo de viva voz. O no hubieran sabido usar las palabras.

Hoy, la información (Pubertet ha recibido de la NRK el premio Periodismo del Año) está en la tele y colgada en Internet. Las circunstancias son totalmente distintas y la ayuda educativa es inmejorable. Aunque hay algo que permanece: de cómo se acceda y se consiga ese conocimiento siguen teniendo una responsabilidad (casi) total los padres.

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