La bruja Circe

Tiempo de heladas y sol. El sol ya comienza a notarse, si te quedas recibiéndolo unos minutos te recarga de energía y te calienta. Y es que la fiesta de San Antón se coloca estratégicamente en los días en los que las culturas rurales celebraban que el sol ya se notaba, que en sus casas colgaban los embutidos secándose al humo de las hogueras, que ya comenzaba a escucharse los pájaros preparando sus nidos que eran parte de los alimentos que se recolectaban.

Hay en estos días una recuperación de la tierra, los animales más y más, se mueven, las hembras con sus barrigas llenas, son esperanza de futuro.

En esos días se multiplican las fiestas en núcleos rurales de toda la vieja Europa, donde aún se conserva la memoria ancestral.

Así que aunque San Antón, anacoreta y obispo, relacionado con la protección de la agricultura, no piso jamás estás tierras. Aquí se le venera o al menos se le celebra un fiesta alegre, donde salen a relucir los trajes tradicionales, los mantones adquiridos con esfuerzo, los refajos bordados en horas robadas al sueño, los preciosos mandiles y las faltriqueras, heredada de la tía o la abuela.

San Antón sin duda, simboliza hoy la recuperación de las viejas tradiciones, los atuendos, el folklore, la cocina todas esas pequeñas cosas con las que cada zona o cada pueblo se diferencia y con las que se identifica.

Cómo es natural está fiestas y costumbre acompañaron con los que hace ya tantos años, cruzaron los mares en busca como lo hacían todos las naciones de Europa, en busca de riquezas, bienestar y progreso.

Gentes que echaron de menos su entorno y su infancia como todos.

Más cuando no había un avión que te traslade a las antípodas en un día o teléfonos que te comuniquen con los tuyos en un ya.

 Por mí que viva San Antón. Que lo disfrutemos todos. Mis bendiciones.

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