Desde mi ventana
Carmen Heras

Tengo verdadera curiosidad por ver en que queda todo, esa gira curiosa que se ha desarrollado por ahí. Aunque lo más sorprendente es la reacción del personal. O aman u odian. O quieren o detestan. Sin ambages. Con razón dicen que el centro es una actitud. Ante la vida.

Yo creo que es por no hacer el esfuerzo de pensar. Y hacerlo con matices. Los matices exigen conocimiento y un cierto tino para la discriminación. Equilibrio. Para saber entresacar lo verdadero. No hay tiempo. Todo ha de surgir a la carrera. El éxito y el fracaso inmediatos. Y si no, ná, no sirve.

Vano intento el de la moderación en el enfoque. La gente quiere caudillos. Que se posicionen y digan claramente que algo no está bien o está mal. De forma taxativa. Porque vende. Ese tipo de riesgo. En fechas veraniegas existe todo un público vacacional de asueto que ocupan las redes vitoreando/denigrando a quienes copan los espacios de audiencia. Otro grado de atención merecería el asunto (cualquier asunto) si hubiera que madrugar, incluso siendo canícula, para abrir el negocio y obtener la productividad suficiente que permita pagar la hipoteca. No habría tiempo para todo…

Es momento propicio para cualquier cosa, pues todo puede suceder. Porque la sociedad cada vez es más “liquida”, de modo que se nos escapan entre los dedos sus máximas y preceptos, y la pobreza que tiene que ver con una determinada indigencia mental no siempre proviene de la carencia de medios económicos. Hay una debilidad implícita en el ambiente, una indolencia, dueña y señora de nuestros espacios, de las necesidades (nuestras y del entorno) en lo que parece la aceptación de una versión miserable de la vida y sus acicates. Y ya.

Por eso unos territorios caminan más rápidos que otros. No es un problema de recursos. O al menos no solo eso, sino una falta de rapidez de reflejos para oler una jugada y aprovecharla, o las múltiples posibilidades de un verso suelto con la fuerza de su versatilidad. La rebeldía verdadera ha fenecido. La rebeldía para exigir lo justo, lo indispensable. Y que no tiene que ver con las parodias y esos performances que de vez en cuando vemos en las calles.

Claro está que esto no se consigue a la primera. Convendrán conmigo en que cualquier atisbo de seriedad inteligente debe madurarse, dejarse “cocer en el caldero” de las ideas hasta que hierva y se consolide haciéndose visible. Ningún siervo de años y de estirpe, tan acostumbrado a obedecer durante generaciones, se levanta de pronto una mañana con las dotes y la actitud suficientes para convertirse en el amo del mundo.

Si yo tuviera que elaborar un plan ejecutorio para un país, una región, una provincia, un grupo…trabajaría fuertemente la capacidad de iniciativa de sus vecinos. Con los comandos adecuados. Su capacidad de resolución, un saber hacer. Individualmente y sin caudillos. Porque ya existe el germen. Un montón de gente anónima levantando su oficio a diario. Que no pugna con nadie, ni necesita salir en las noticias. Aunque sea peligroso para el poder fáctico que es más duro que el propiamente político.

Artículo anteriorEl Ayuntamiento de Cáceres iniciará la reposición de baldosas en Cánovas
Artículo siguienteMi calle de Santa Ana

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí