José Cercas

La vida que distingo es la consecuencia del tiempo que araña el verbo amar, el sudor patrio y el barro que abatimos a cada paso, los años que recuerdan amores pretéritos. La vida tiene colores semejantes; es la conjunción evolutiva del agua y el alimento.

Lleva su nombre el hacha que despierta de la furia, la evolución que barre al tirano de esta canción, la sangre coagulada y el fuego sobre el crepúsculo. La vida es apenas un momento capaz de doblegar voluntades y batallas, una palpitación y nacer nuevamente en versos lejanos.

La vida no se detiene para mirarte, no te observa desde el agua que fluye en la noche; tan solo se detiene para escribir tu nombre sobre la piedra. La vida canta, llora y muere a diario, canta y muere cada día en tus brazos de espuma, como si cada cosa que te cuento no tuviera su minuto en la gloria, como si cada cosa no residiera escrita en tu epitafio.

En la vida distingo a todos los dioses; los imagino fieles a la memoria que heredamos. A vosotros, amigos y camaradas, fieles a la cadencia que asumimos, os distingo siempre en las sombras cuando descubro que la semilla fue fiel a vuestro acento.

La vida llenará tu lugar para, más tarde, bajo cualquier olivo, la muerte se lleve tus útiles y tus risas, para depositarlos, silenciosa, en las flores venideras del tiempo.

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