La bruja Circe
En los días de mi infancia, recuerdo haber oído comentar en casa una figura que está muy relacionada con los nieblas de noviembre.
En mi pueblo natal, un lugar de pozos y lagunas, unos llanos inmensos que parecen perderse en el horizonte, aparecían las nieblas, que comienzan con Noviembre.
Nieblas espesas que blanquean el aire y bailan entre las corrientes de aire.
En la mañana se quedaban pegadas al suelo hasta que el sol calentaba y se las veía alzarse desde las vaguadas o las lagunas.
Al atardecer, mientras que el sol caía, iban bajado hacia el suelo y creaban un ambiente fantasmagórico, donde las pobres luces que entonces eran pequeños y distantes puntos de luz, parecían más estrellitas distantes, que iluminación en la calles.
Dicen que en esos días los recados secretos, consultas con alguna matrona, que ayudaba a mujeres, que acudían a ella por voluntad u obligadas por los suyos, los encuentros furtivos en casa de alguna encargada de lo que hoy llamaríamos, Tinder o baduu, incluso negocios poco limpios, café y quien sabe si otras cosas. Todas estas cosas y más de realizaban cubiertos por completo con alguna tela blanca o negra que disimulaba el cuerpo y tapaba las facciones.
Allí se llamaban, pantarullas o mamarullas y sé que en varios lugares de esta tierra lo había con distintos nombres.
Eso era en el caso de los hombres, porque las mujeres mayores, en el pueblo, aún en los años 50 se cubrían con un mantón oscuro y grueso que lo tapaba todo.
Esas figuras oscuras y puntuales entre la niebla desataban, el miedo a lo desconocido y eran a veces aprovechadas por los jóvenes siempre deseosos de diversión, asustaban o descubrían de las pantarullas o mamarullas, por ejemplo cuando salían de alguna casa, donde las relaciones sexuales, eran libres y permitidas, bajo un pequeño pago.
Ya veis que todo estaba ya hecho, a través de internet o de boca a boca siempre ha existido lo mismo.
Pues lo comparto para que no se pierda, porque los que no recuerdan su historia, están en peligro de repetirla.
