mendigo

La magia del iceberg /
VÍCTOR M. JIMÉNEZ

En el paso subterráneo, entre los Jerónimos y el Monumento a los Descubridores, tiene su hogar y su oficio un hombre ciego. Cuando llega la mañana se levanta de su lecho de cartones y sale al parque cercano. Se lava en la fuente lo mejor que puede y regresa en seguida al túnel.

Canta dulces melodías con una voz sorprendente. Un buen puñado de antiguos fados nutre su repertorio. Clava los ojos vacíos a un cielo invisible para los que solo vemos una cúpula de ladrillos sucios.

La voz del viejo se extiende por todo el paso y navega a los buenos tiempos de la juventud perdida. De vez en cuando, el sonido metálico de una moneda que cae en la lata le hace sonreír.

Una vez lo quisieron ingresar en una residencia de ancianos, pero se negó a hipotecar la libertad por una cama blanda y un plato de sopa caliente.

 

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