Recién inaugurado el otoño, ya podemos echar la vista atrás y analizar el que ha sido el verano más caluroso en Extremadura de los últimos 45 años según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). De hecho, superó en 1,9 grados la media del periodo de referencia, situado entre 1981 y 2025. También han sido históricas las dos olas de calor sufridas en la región, una del 18 de junio al 4 de julio y otra del 3 al 18 de agosto, que fueron la tercera y la cuarta más larga de la serie histórica.
Este calor extremo aumenta los casos de ansiedad y depresión, según un estudio del Instituto de Investigación en Atención Primaria Jordi Gol (IdiapJgol), y también eleva las muertes por calor. De hecho, un trabajo del Imperial College de Londres (Reino Unido), la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido), la Universidad de Berna (Suiza), el Real Instituto Meteorológico de los Países Bajos y la Universidad de Copenhague (Dinamarca) afirma que un 68% de las muertes por calor extremo en Europa ocurridas durante el verano son atribuibles al cambio climático.
El aumento de las temperaturas ha provocado la muerte de 24.400 personas en las 854 ciudades europeas analizadas, de las que se podrían haber evitado unas 16.500 defunciones sin este incremento del calor, inducido por la quema de combustibles fósiles y la deforestación, tal y como han subrayado los autores del estudio. Tras ello, han advertido de que esta cifra de fallecidos es «solo una instantánea» de la cifra real, pues la investigación ha abarcado en torno al 30% de la población europea, y han pedido tener en cuenta que la gran mayoría de las muertes relacionadas con el calor no se notifican, y que los problemas cardíacos, respiratorios o renales se agravan con las altas temperaturas.
Las personas mayores de 65 años, las más vulnerables
El trabajo también subraya que las personas mayores de 65 años son las más vulnerables al calor, ya que representan el 85% del exceso de muertes, algo de especial relevancia si se tiene en cuenta el envejecimiento de la población europea y que el continente es el que «más rápido» se calienta.
«Esto amenazará la vida de las personas mayores y sobrecargará los sistemas de salud. Se necesitan políticas para que las ciudades sean más resilientes al calor extremo”, afirman los investigadores. Es por ello por lo que han recomendado ampliar los espacios verdes y azules, un recurso «vital» durante épocas de calor extremo, especialmente en aquellas comunidades de bajos ingresos, que suelen tener viviendas más calurosas y densas.
«A pesar de ser el tipo de clima extremo más mortal, el calor se ha subestimado durante mucho tiempo como riesgo para la salud pública. Por ejemplo, incluso este verano en Europa, la gente sigue trabajando al aire libre con temperaturas superiores a los 40 grados. Nadie esperaría que alguien arriesgara su vida trabajando bajo lluvias torrenciales o vientos huracanados, pero el calor peligroso todavía se trata con demasiada ligereza», ha aseverado el profesor del Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College de Londres, el doctor Garyfallos Konstantinoudis.
«Puede que no parezca mucho, pero nuestro estudio demuestra que cambios en el calor estival de tan solo unos pocos grados pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas. Es otro recordatorio de que el cambio climático no es un problema que podamos abordar en el futuro», ha insistido la investigadora del Centro de Política Ambiental del Imperial College de Londres, la doctora Clair Barnes. Cuanto más tarden los gobiernos en abandonar los combustibles fósiles y en reducir las emisiones, más «letal» será el calor estival, concluyó Barnes.