José Cercas

Cuando sueño con una patria, la imagino navegando sobre el silencioso mar de los cerezos, con calles paralelas del mismo origen y principio. Está al lado de una dehesa verde y callada que por un lado besa los labios de las gaviotas y por el otro distingue un prostíbulo de nieve, donde los marineros dejan la esencia de su suspiro.

De mi patria cuelgan nubes de almidón y conjuros, y yo observo cómo el trigo sucumbe bajo la sombra del beso. Hay espejos, cientos de ellos, y en las frentes de las parejas que lloran palabras de amor a la luz de las luces del verano.

En mi patria se confiesan las turbias vocalizaciones de los rumiantes, de los invertebrados que muerden las palabras, de los que maldicen a las novias que no quisieron morir en la virginidad de los hipócritas.

Mi patria es un ángel sin patria que invade la luna nocturna sobre el mar, montada a lomos de una lira de estaño. Vuela en busca del arcoíris de la noche y del sentido terrenal de un poema. Mi patria eres tú, vestida de tiempo y acaso también vestida de olvido.

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