La bruja Circe

Si todos, y digo todos, fuéramos ecuánimes no existiría esa leyenda negra que cargamos. Incluso en la biblia se dice que, como mucho, lo pagará hasta la tercera o cuarta generación.

Y nosotros que no somos los que se marcharon ni somos los que los recibieron pagamos permitiendo que imperios modernos nos pongan el pie en el cuello.

Esa necesidad del joven Cristóbal Colón, del que no hay forma de aclarar de donde era ni quien era, porqué todos son teorías.

 Sabemos, sí que no era muy agraciado y que era testarudo y valiente.

Fue de un lado a otro lado intentando poner en valor su sueño: encontrar otro camino a la seda y las especias.

Que quizás sospechaba que la otra parte de esa tierra la iba a encontrar llena de tesoros. Pues claro.

Eran navegantes, y exploradores, llegó a las Bahamas aunque con más medios como habían llegado sus primeros, segundos y terceros pobladores. Navegando en un cascarón de madera y echando la pota cuando el mar se ponía travieso. Enfrentándose a sus propios hombres y al mar.

Fue el quien, con los medios que le dio Isabel de Castilla, nos abrió esa puerta, no sabemos cuántos años hubiesen pasado sin su tozudez.

Este acto de llegar a esas costas de las Bahamas primero y Santo Domingo después y de enterarse y traer las noticias cuando así una ruta, donde ya no había monstruos, sino oportunidades.

Fue esa idea apoyada y sufragada por Castilla que abrió la puerta y el camino a los todos los pueblos europeos.

No hizo conquistas, no creo virreinatos, ni provincias, no arrasó como los ingleses.

Pero si América es lo que es ahora, no es por Trump, ni por Pancho villa, es por Cristóbal Colón e Isabel de Castilla y sus descendientes, todos los de habla hispana mezclados en un crisol del que han salido las más extraordinarias joyas. De piel clara, tostada o morena. Todos únicos, todos iguales.

Felicidades en este día

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