Vida y muerte. Emilia Guijarro, Francisco Luzón

Lunes de papel
Emilia Guijarro

He leído con dolor la carta «Vida y muerte dignas» de Francisco Luzón, que fue un prestigioso economista, uno de los responsables de la transformación de la banca de nuestro país y de la expansión a América Latina de entidades como Argentaria, Santander, y el Banco Bilbao Vizcaya, el que fomentó la investigación y la educación a través de programas educativos y sociales, y hoy es un enfermo de ELA, que le diagnosticaron en el año 2013 y que él hizo público en el 2016. Es una carta sabia, sentida, escrita desde el conocimiento en primera persona de lo que se sufre y se siente cuando se vive dependiendo de un respirador, y comunicándose con un dispositivo que impulsa con su iris. Una persona que necesita cuidados para todas las actividades de la vida diaria.

En su carta defiende la vida, su vida. Su razón para vivir es el impulso de la fundación Francisco Luzón, que preside, y está dedicada a la investigación de esta enfermedad que afecta a 4.000 personas en España. Pero también reflexiona sobre la libertad de decidir y elegir una muerte voluntaria en aquellos casos como María José que ha decidido poner fin voluntariamente a un sufrimiento insoportable.

Después de conocer ambos casos, tan iguales y tan diferentes, las conclusiones las saca él mismo. No es lo mismo la vida de un enfermo rodeado de la última tecnología, con cuidadores profesionales a domicilio, que vivir dependiendo solo de su marido y con una espera de diez años para obtener una plaza de residencia temporal. Las condiciones económicas y familiares son determinantes.
Y ha llegado el momento, porque la sociedad lo demanda, de abordar un debate serio para que casos como los de Francisco Luzón y los de María José puedan cumplir con su voluntad, en un caso seguir viviendo y en otro acabar con su vida. Ambas decisiones les corresponde exclusivamente a ellos.
Pero a nadie se le escapa que sin capacidad económica la vida de los enfermos es mucho más dura, mucho más difícil.
Termino este artículo citando un párrafo final de su carta, que coincide con lo que ya he expresado en muchas ocasiones: «el Estado en sus distintos territorios autonómicos debe hacer viable una vida digna en los enfermos de ELA que libremente decidan seguir viviendo, para que desde los servicios sociosanitaros, la supervivencia de un individuo no dependa de su capacidad económica, sino que dependa del ejercicio supremo de poder elegir libremente».

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