Los colegios podrán dar clases en verano de forma voluntaria

c.q.d.
Felipe Fernández

Así como el que no quiere la cosa, tan callando, se nos ha ido otro curso escolar; ¡y van! De esta manera, lo que luego se convertirá en estadística, en pura exhibición numérica para regocijo discursivo de los discutidores profesionales, se ha construido con el día a día, el esfuerzo y el trabajo de muchos profesionales. Si pensamos que cada centro educativo constituye una unidad administrativa con sus responsabilidades, burocracia y peligros añadidos, parece un milagro que entre los cientos de ellas que se reparten por toda la Comunidad Extremeña, no ocurra casi nada; o, mejor dicho, ocurra lo que tiene que ocurrir, un proceso educativo con sus peculiaridades y vicisitudes cotidianas sin más. Y no es que lo tengamos precisamente fácil. Puesto que trabajamos con personas que están en pleno desarrollo de su cuerpo y de su personalidad, las posibilidades de conflicto, más o menos graves, son tantas como alumnos ocupan las aulas del centro en cuestión. Sin

Llegados hasta aquí, a punto de comenzar un nuevo curso sin casi haber cerrado el anterior, recibimos noticias sobre nuevos cambios en leyes educativas

embargo, lo que por una parte puede parecer una carrera llena de dificultades se compensa con el hecho de que, dadas las posibilidades, ningún día es igual a otro y, si no bajas los brazos, es imposible caer en la rutina. Es más, si te dejas llevar por el desafío que supone la curiosidad de los alumnos, el reto constante de las preguntas comprometidas y la búsqueda del material pertinente, te sitúas muy cerca de eso que han dado en llamar la “vocación docente” a la que tanta gente alude, pero que tan difícil resulta de definir en su justo término. Pues bien, llegados hasta aquí, a punto de comenzar un nuevo curso sin casi haber cerrado el anterior, recibimos noticias sobre nuevos cambios en leyes educativas. Si solo fuera por la inseguridad que producen estos anuncios extemporáneos no pasaría nada, estamos acostumbrados. El problema reside en que una vez más se demuestra que la Educación, y con ella todos los que formamos parte de ella, es utilizada para la política y no para intentar resolver los problemas reales que verdaderamente presenta, tantas veces diagnosticados como tantas veces ignorados. Sin entrar en el fondo de las propuestas recientemente anunciadas porque esa no es la cuestión, ¿alguna vez llegará el turno de un gran acuerdo en educación? ¿Se imaginan una ley orgánica que cuente con el respaldo de una mayoría de las Cortes y aguante, digamos, veinte y cinco años? Estoy seguro de que ese acuerdo es complicado, pero posible. Hace falta generosidad y voluntad para conseguirlo. ¡Mucho ánimo! De verdad lo necesitamos.

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