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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

En tres días Pedro Sánchez fue crucificado, descuartizado y minuciosamente enterrado, a riesgo, eso sí, de una posible resurrección en unas elecciones primarias en el Partido Socialista para las que ni existen fecha ni procedimientos en el horizonte más cercano.

No obstante podemos descartar esa anástasis, porque dicen las malas lenguas que doña Susana Díaz es persona que se toma a pecho dejar los cadáveres políticos bien guardados en los armarios. Pero dejemos alguna rendija abierta, pues si el hijo de un carpintero resucitó, porqué no iba a hacerlo un diputado de León.

Manuel Vázquez Montalbán legó a la posteridad un “Asesinato en el Comité Central”, novela que recreaba cómo se deshacían limpiamente de un dirigente incómodo en el Partido Comunista de España: un breve apagón y se acabó con Fernando Garrido. De haber vivido Vázquez Montalbán, difícilmente hubiera encontrado un buen argumento para un “Asesinato en el Comité Federal (del PSOE)” porque nuestro genial autor no transitaba por el gore. Y hay que reconocer que en la tarde de autos de este pasado 1 de octubre hubo demasiada sangre, demasiada casquería, en la sede de la calle Ferraz.

Escribió Cujio Malaparte un manual del Golpe de Estado que tal vez deberían haber leído los llamados críticos del PSOE, porque cometieron todos los errores posibles en la ejecución de un plan cuyo objetivo es derribar un poder para sustituirlo por otro. Para empezar, recomienda Malaparte, lo primero es tomar los despachos y no cederlos. Y cuando el miércoles parte de la Ejecutiva de Sánchez dimitió esperando con ese gesto llevarse por delante al Secretario General, éste decidió resistir en la sede y organizarse.

Y desde ese momento todo derivó en un esperpento de proporciones bíblicas. El golpe palaciego empezó a retransmitirse en directo y las redes informaban de cada paso dado en la conspiración y, claro, toda intriga de partido que se precie necesita discreción, mucha discreción.

Pedro Sánchez combatió hasta el último segundo. Desde su segundo fracaso electoral, Pedro Sánchez ha venido insistiendo en la cabezonería del zombie: está muerto, pero no hay manera de enterrarlo.

El sábado todo se consumó, pero no fue ni limpio, ni higiénico. El Susanato triunfó, pero tal vez sea una victoria pírrica. Y mientras tanto, Mariano Rajoy, deshojando la margarita: si finalmente el PSOE se abstiene, gana. Si no se abstiene, también. En cualquier caso, perdemos los españoles.

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