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Historias de Plutón /
José A. Secas

Las columnas literarias de colaboración quincenal son como los días: algunas salen buenas y otras malas; unas veces son ventosas y frías y otras radiantemente límpidas. Hoy toca una de primavera en invierno: variada, con nubes y claros; calentita al sol pero con un poco de humedad de esa que se mete en los huesos. Tiene de todo: calabobos (orballu o txirimiri; según coordenadas), deslumbre, despeine, chapoteo, sudor, tiritona y caricia. Es ecléctica, polifacética, gazpachera y batiburríllica y no porque quiera aplicar la técnica del despiste y desmandar la berborrea intrínseca para sumar caracteres y, como los políticos, decir mucho sin decir nada; no. Resulta que en esta ocasión tengo tantos temas e ideas para escribir que no sé cual elegir. Una persona sensata guardaría las notas en el cajón y se decidiría por una de las propuestas, dejando las descartadas para otra futura posible columna; pero yo no. Yo no soy sensato ni previsor. Soy más cigarra que lo canta todo que hormiguita que trabaja para el día de mañana.

Y ya estamos con el rollo patatero quemando las naves, gastando palabras y sin desvelar -y menos profundizar en- ninguno de los temas abordables. Se me ocurre que con una pequeña sinopsis de cada una de las películas que me he montado, tendré bastante para despertar interés y generar algún prejuicio positivo hacia esas columnas que nunca existirán (o si). Si alguien quiere que se la desarrolle, que avise y me diga… La primera se llamaría “Minorías” y trataría sobre el deseo de ser original y singular y abrazar corrientes varias cargadas de frikismo para dar la nota, como mínimo, en la cena con los amigos. A partir de ese planteamiento, bucearía (o saldría por peteneras) entre conceptos políticos y sociológicos para poner en evidencia las contradicciones de un ser humano -tu mismo- que entre su propio ego y su amado líder, anda zozobrando y a la deriva en este proceloso mar que es la vida.

Otra columna podría titularse “Caídas en desgracia” y se referiría a los objetos, útiles y aparatos (pero no solo a ellos) que en un breve lapso de tiempo han pasado de la notoria vigencia y rabiosa actualidad al desván, la papelera, el baúl de los recuerdos, el oscuro ostracismo o el asqueroso vertedero. Encontrar paralelismos y divergencias con las modas y modos (de vida, por ejemplo) es pan comido. Desde que cagamos con el móvil las revistas del retrete lloran desconsoladamente (¿a que si?). Otra columna más versaría sobre como lo políticamente correcto está castrando la libertad de expresión. Como hay que cogérsela con papel de fumar porque las verdades duelen y nadie quiere sufrir. Ahí hago el cierre en círculo, me reengancho con las minorías (intocables) y grito a los cuatro vientos que en la selva no es tan malo perderse entre la masa de la manada en estampida porque el herbívoro débil es presa fácil y ha de sucumbir entre las fauces del depredador. Así que, ¡a espabilar! (si no quieres que te coma el tigre).

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