Lunes de papel /
EMILIA GUIJARRO
El tenista paralímpico Daniel Caverzaschi facturó su silla de ruedas con Air Europa en el mes de julio en un vuelo regular a Londres.
Lo hizo como es habitual en este tipo de desplazamientos, pero cuando llegó el momento del aterrizaje, comprobó que su silla de ruedas era un amasijo de piezas imposible de utilizar por el trato recibido. Daniel se quedó literalmente sin pies y sin manos, a merced de la ayuda de sus familiares.
En un mundo normal existe la máxima de que «el que rompe paga», pero eso es en un mundo normal, no en uno de depredadores en el que lo único que importa es la cuenta de resultados. Air Europa ha despachado el asunto con una indemnización de un cuarenta por ciento del valor de la silla, sin tener en cuenta que estamos hablando de dejar a una persona sin posibilidad de realizar todo aquello para lo que había emprendido el viaje.
Apoyo a Daniel y a su particular cruzada
Esto podría parecer un caso aislado, un caso de mala suerte, si no ocurriera con relativa frecuencia y es que algunas compañías aéreas tratan las sillas de ruedas como si de un bulto normal se tratase, sin ninguna sensibilidad.
No es la primera vez que arruinan unas vacaciones, abortan una reunión o impiden a un deportista competir con normalidad.
Daniel Caverzaschi desde julio, está batallando contra la compañía a través de las redes sociales y por todos los medios a su alcance, para que se le restituya una silla en las mismas condiciones que la propia. En esta batalla no está solo, le acompañan más de 22.000 firmas de apoyo en la red change.org, y algunas organizaciones de discapacitados, que denuncian este hecho y otras situaciones semejantes.
Los grandes hechos de la política no pueden hacer olvidarnos del valor de las cosas pequeñas que afectan a la vida de personas que luchan por salir de su situación de desventaja. Por eso hoy desde esta columna apoyo a Daniel y a su particular cruzada.
