Lunes de papel
Emilia Guijarro

Acaba de celebrarse en Sevilla el juicio por el asesinato de la hija de la bailaora Juana Vargas, a la que su marido mató de 40 puñaladas. Entró de noche por la ventana, quebrantando la orden de alejamiento, y, aterrorizada, la mujer se arrojó por el balcón. Ya en el suelo, sentado sobre ella, le asestó cuarenta puñaladas, que la ahogaron en su propia sangre. Es el cuadro típico de la violencia de género en nuestro país: mujeres golpeadas, apuñaladas, arrojadas por la ventana y, finalmente, asesinadas. Ese es el relato de los muchos casos que las estadísticas nos muestran.

A lo largo del año la cifra va creciendo, ya son 44, pero este no es un problema para la sociedad en general. Cuando se pregunta en las encuestas del CIS por las cosas que preocupan a los españoles aparece la corrupción, el paro, Cataluña, la inmigración, pero jamás la violencia de género. Está tan interiorizada su existencia y su carácter privado que vamos conociendo su intensidad de manera escalonada, porque aunque el maltrato y la violencia de género ha pasado de ser un problema doméstico a estar en la agenda política de todos los partidos de nuestro país, se ha hecho sin que los avances en ese terreno sean efectivos.

Las mujeres tenemos derecho a vivir en un mundo seguro

Estamos mejor que hace veinte años, y avanzamos hacia el camino de la igualdad pero la violencia no desaparece y evoluciona con nuevos métodos. Nuevas formas de control y violencia a través de las redes sociales, y casos que se producen entre chicos muy jóvenes.

La semana pasada en Madrid, una adolescente de dieciséis años ha sido asesinada de un golpe en la cabeza en su domicilio, supuestamente por su pareja.Y en ese mundo atroz de la violencia los hijos son víctimas inocentes, algunos muertos a manos de sus progenitores.

Este es el panorama que tenemos ante nuestro horizonte, por eso urge el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, urge que se tomen medidas cautelares efectivas, que las órdenes de alejamiento se cumplan y cuando se quebranten haya prisión preventiva, urge que se dote de recursos a todos los organismos encargados de hacer un país más igualitario y más seguro para las mujeres. Y urge que la educación tenga el papel relevante que debe tener en este tema.

Las mujeres tenemos derecho a vivir en un mundo seguro, dentro y fuera de nuestras casa, un mundo en el que no seamos el segundo sexo. Fue aterrador escuchar la semana pasada el relato en el Congreso de los Diputados de la víctima de la «manada de los Sanfermines». La brutalidad sin límites que se ejerció aquella noche, en un oscuro portal de Pamplona, destrozó para siempre la vida de una joven que nunca será la misma. Pero tuvo la fuerza y el valor de no callar, y por valientes como ella, los violadores se enfrentan al peso de la ley, que debe ser inflexible ante depredadores de ese tipo.

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