Desde mi ventana
Carmen Heras

Oí hablar de Valencia cuando la riada o inundación en la cuenca del Turia a su paso por la capital. En 1957, siendo yo muy, muy chiquita. Aún recuerdo aquellos periódicos de hoja grande, fotos grises con rostros llorosos y titular apabullante. La catástrofe se había cernido sobre los valencianos (murieron 81) y la España del régimen organizaba campañas para obtener fondos con que ayudarlos. En la radio ponían la canción de “Valencia es la tierra de las flores, de la luz y del amor…” a todas horas.

La primera vez que fui a Valencia me sorprendieron las grandes plantas de Ficus, gigantescos árboles, abundantes por doquier, y los inmensos cafés con leche que te servían en cualquier parte. Después, admiré la fachada y el interior del Palacio del Marqués de Dos Aguas y la famosa torre campanario del Miguelete junto con la cerámica típica, tan bella, de incrustaciones doradas. También, y como mi visita fue en tiempos de Fallas, descubriría (en plenitud) la luz y el color de una tierra primorosamente bella, y con un fuerte instinto para la música. Soroya, redivido, tantas veces.

Fuimos a un Congreso científico de varios días cuyo tema central era la Teoría del Caos, explicada en francés de la mano de un sabio contemporáneo. Eran tiempos de preparación y riesgo, criando a los hijos, pero sin abandonar la legítima pretensión de buscar una estabilidad en el trabajo. De aquella experiencia recuerdo muchas cosas. Entramos al cine a ver “Caligula” (1979) de Tinto Brass, tan conocido entonces, y aún recuerdo la impresión causada por la película histórica-erótica, con escenas explícitas de placer y dolor. Eran años de mucho cine (“más cine, por favor…” que luego diría Aute, ya sabéis).

Leo en los periódicos que la televisión valenciana vuelve a existir y me alegro

Leo en los periódicos que la televisión valenciana vuelve a existir y me alegro. Cuando se cerró, todos creímos que con ello algo importante había fracasado. Los que fuimos niños sin televisión, somos muy conscientes del papel, que para bien o mal, ejercen los medios audiovisuales en la educación de los ciudadanos. Ahora empieza una etapa nueva y debemos congratularnos de la postura a favor de cuantos lo han algo posible. El tiempo hablará de su buen o mal uso, pues son los humanos los que saben (o no) utilizar inteligentemente cualquier útil a su alcance. También Extremadura, como comunidad, tiene su propio canal de comunicación. Sería menester, no obstante, y en mi modesta opinión, mayor calidad en los programas, mayor diversidad de los mismos. Un mejor interés en la elección de los temas, mejores clarividencias en los entrevistadores.

Hoy, la tierra valenciana se rehabilita, si acaso debiera de hacerlo, de su estela de región ejemplo de unas políticas populares determinadas, y vuelve a sonar en España y Europa porque su puerto ha servido para recoger 600 refugiados. Es un gesto importante, es una acción concreta. Tiene su valor y puesto que construimos nuestra visión del mundo en base a las experiencias propias y las de nuestros congéneres, es estimulante que los alrededores los conformen gente sabia y solidaria. Bien por Valencia!

Artículo anterior¿Para cuándo los impuestos?
Artículo siguienteRossini

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí