Dudas de papel /
GOYO TOVAR

Nada más rematar los últimos polvorones, surge la necesidad de un plan. Mas este año, todo el futuro parece contaminarse de tan previsora exigencia, que habiendo dado toques a la hucha pública de los pensionistas, nos quieren hacer creer que un plan privado de pensiones pondrá a buen régimen a todo jubileta del siglo XXI. No es para adelgazar, es para engordar a la depauperada banca.

Nos están hartando de flanes —perdón— de planes. Pero este plan postnavideño, como aquel preparatorio para lucir el traje con el que uno se baña, no produce desperfectos sociales. Otros planes de ahorro “preferente” han laminado banca y sociedad; y el último plan oculto, el que dice tener el señor Rajoy para Cataluña, ha producido de inmediato tanta urticaria como reconcomio.

Otro plan famoso de estos tiempos, es el divertidísimo espectro de diseños públicos que ofrecen “uNplaNdeeMPLEo”: Ayuntamientos lo ponen, Comunidades lo ponen, este Gobierno lo pone,… así, así, así,… suavecito para abajo, para abajo, para abajo,… suavecito para arriba,… engordando la BOMBA del paro.

Hubo una vez un tiempo en el que ser un buen parado casi daba postín social. El buen parado se adhería a la astucia y conseguía un discutible salario, acomodado perfectamente a la bondad general: pues era más ventajoso ajustarse al recorte de la subvención debida a la época del trabajo anterior realizado, que trabajar por el corto dinero que la oferta laboral proponía; sin perjuicio de ejecutar onerosas chuscas. Además, la tenue vigilancia del sistema frente a esta corruptela de algunos débiles, proporcionaba abundante y creciente oferta para alimentar la alevosa moral de diversos poderosos. Algunos muchos al abrigo de la podredumbre.

Sentadito en el rincón de pensar recuerdo ahora que hace seis años, la mayoría de los ministros de Trabajo del Consejo de Europa y los eurodiputados derechones, apostaron a favor de repartir el trabajo entre los obreros a razón de 65 horas semanales, en lugar de las 48 habituales. No lograrían tal cual, sino repartir el paro a razón de unos 65 obreros a la hora. Ahora nos dicen desde Bruselas —que siempre sabe más— que encontrar trabajo en España no garantiza salir de la pobreza… ¡vaya plan!

Esto me vacía de orgullo y satisfacción, pero me llena de dudas.

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