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Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

De la importancia de lo qué ocurre, son un vivo ejemplo las noticias en los periódicos. Todo lo que no sean los efectos colaterales de las elecciones del día 24 de mayo han dejado de ocupar las primeras planas. Los profesionales están de enhorabuena, tienen texto para escribir. España es un gran puzzle, rebosante de piezas sueltas que buscan su acomodo, en un primer tiempo hasta el 13 de mayo, y hay muchas manos deseando colocarlas, aún no se sabe si acertarán en el hueco. Esto de la cosa política tiene su aquel y cada uno puede analizarlo desde su particular punto de vista. Como los sueldos, que para unos son necesarios en un grado y para otros en otro, dependiendo del punto de partida y de la necesidad.
La inexperiencia suele ser prevenida o altanera, nunca tiene términos medios. Personas humildes las ha habido siempre, de esas que ven el vaso medio vacío y juegan a llenarlo, con amor, con acciones, con propósitos. Pero también las hay del tipo pretencioso, de las que ante un mínimo triunfo lo dan por válido, por algo nunca visto, digno de todos los elogios. Ejemplos hay a montones. Son necias o interesadas, creen lo que dicen o juegan a creerlo y por eso, a la par, intentan denigrar cuánto a su alrededor estorba a sus fines. De estas últimas existen demasiadas. Sobre todo porque siempre cuentan con cándidos a su alrededor que tienden a creerlas, a convertir lo que dicen en dogmas de fe.

Nadie quiere verlo, pero el panorama es terriblemente complicado

Nadie quiere verlo, pero el panorama es terriblemente complicado. Nadie quiere verlo porque muchos jugaron a construir este presente y ahora no pueden reconocer que, quizá, se equivocaron. Las situaciones complejas precisan de capacidades complejas y no de inteligencias planas en blanco y negro, en of y en on, como los electrodomésticos. Esperemos de las primeras que lo logren.
De la falta de resultados concretos, en espacios cortos de tiempo, llegarán las primeras frustraciones. Y ocurrirá cuando se apaguen las luces del escenario y todo el mundo deba recorrer el camino cotidiano, de casa al trabajo y del trabajo a casa, ese que tiene ingresos y gastos, el que debe priorizar. Si el experimento no saliera, se habrán quemado etapas a pasos agigantados. Si al final se vuelven a buscar las viejas y seguras fórmulas muchas buenas intenciones se quedaran por el camino. Sin repuesto. Ojalá la experiencia sirva de buen aprendizaje.
De la importancia de la coherencia se ha pasado a la importancia de los pactos, aquí y allá, bajo el argumento de que los ciudadanos desean que los políticos se entiendan. Esclavo de una forma de ser, el país se balancea desde un extremo al opuesto, sin términos medios, desde la intransigencia de la derecha y la izquierda como enemigas irreconciliables, tanto como para llegar a una guerra civil, a una especie de modelos sin definiciones precisas, que pueden servir para que todos puedan negociar con todos sin trabas y complejos ideológicos.
Bueno, pues vamos a ver lo que resulta. El momento, separado de los aspectos afectivos, es apasionante. Ver a muchos reconduciendo sus apreciaciones previas, reconsiderando sus postulados, volviendo atrás en criterios olvidados, es escuela de vida. Veamos.

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