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Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

No tengo tiempo de ponerme malo. Me resfrío, me duele la cabeza, me cruje el lomo o el pescuezo y a veces me entran perentorias ganas de mear pero nada ha podido, en estos últimos años, postrarme en el lecho. El ejercicio físico excesivo y excepcional me produce agujetas como a todo bicho viviente y si me dopo, al día siguiente me atengo a las consecuencias y ya está. Eso es lo mejor: una buena fiesta para poder brindar a tu salud. Creo que ya va siendo hora de plantearse más o menos aquello de que tal vez, a lo mejor, quizás pudiera ser que fuera el momento de ir haciéndose un chequeo. Lo pongo tan remoto que me asusta pensar en que lo voy a posponer irremisiblemente otra vez. Me cuido un poco y tengo unos hábitos de vida, digamos, en la parte baja de la escala. La verdad es que no me preocupa mucho el cuerpo –de momento- al ver como mi mente goza de tan buena salud.

Yo me río, vivo el presente todo lo que puedo y al parecer no me interesa mucho el dinero

Estos años están siendo muy malos en el plano laboral. Si en la penúltima producción la cagamos, la que tenemos entre manos está siendo una ruina porque no hemos llegado a estrenar siquiera. Falta poco menos de medio año y hemos decidido volver a intentarlo al año próximo. Tengo otros proyectos nuevos que me hacen mantener la ilusión. Veremos en qué quedan… Seguro que todo sale bien. Me pregunto: ¿quién pone la medida de lo que uno necesita?; pues uno mismo, ¿verdad?. Hay quien se la pone baja para no estar insatisfecho. ¿Ves qué fácil? Se percata de su mediocridad, recorta las pocas aspiraciones que tiene en la vida, se aguanta y se limita a pasar sin pena ni gloria. Eso si, como los problemas del día a día son para él un mundo y su indolencia no hace buenas migas con su mala baba, vive de fastidio en jodienda y de desgracia en amargura. Yo no. Yo me río, vivo el presente todo lo que puedo y al parecer no me interesa mucho el dinero.

Mi nueva familia sigue evolucionando normalmente. Mi superpareja tiene su parte controlada (y muchas más cosas, claro) y mantenemos un equilibrio muy necesario. Ella es valiosa y nuestro amor hace el resto. Ayudamos a los niños (los suyos y los míos) a crecer y a hacerse personas con toda la dedicación que podemos que, siempre, es menos de la que merecen. Competimos en una sociedad que se esfuerza en “echar” en los hijos todo; lo bueno y lo malo. Se vive tanto en el futuro que los hijos se convierten en medio y en fin a la vez. Y ahí andamos nosotros con mis tres churumbeles y los otros tres de ella, repartiendo y compartiendo formación, educación, tiempo y amor. Aún se me empina sin problemas. No conozco el gatillazo. Nunca he visto una viagra. Mantengo y, a menudo, supero la media. Ella se humedece y brilla. No finge. Supera los momentos al más puro estilo femenino. También mantiene y eleva la media. No tiene complejos; es más, está muy bien. A ambos nos gusta nuestro amor.

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