MesaElectoral

Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

Escribo estas líneas el jueves 17 de diciembre. Para que ustedes puedan leer este semanario y dispongan de una información útil, plural, cultural y gratuita, los editores envían la revista a imprenta el sábado y los «todologos» – quiero decir, quienes desde las páginas de opinión cometemos la encantadora imprudencia de dar nuestra valoración sobre toda cosa humana – nos hemos comprometido con los redactores de Avuelapluma a remitirles la columna el viernes a más tardar. Vamos, que escribo estas líneas sin conocer el resultado de las elecciones de este domingo 20D.

Por supuesto podría esperar al próximo lunes para escribir sobre el resultado electoral, pero la tentación es grande y la carne débil. Más aún, como ya sentenciase San Oscar Wilde, solo puede superarse una tentación entregándose a ella.

Ustedes me leen y ya se ha votado. Tras 4 años de corruptelas, recortes y supresión de derechos – que continuaban la senda abierta por el gobierno de Zapatero a partir de 2010 pero con mayor encarnizamiento – es previsible que las urnas hayan configurado unas Cortes más fragmentadas y erradicado las mayorías absolutas. Quisiera, además, que las urnas también hayan sentenciado la derrota del PP.

Quisiera, además, que las urnas también hayan sentenciado la derrota del PP. Ojalá este lunes podamos celebrar el cambio

Ojalá este lunes podamos celebrar el cambio. Que las tinieblas queden alejadas y sea posible un gobierno independiente de la troika y cuyos ministros no tengan como objetivo final sentarse en un Consejo de Administración de una multinacional.

No he disfrutado de estas elecciones – he de confesar – tal vez porque en la escena política ha primado el continente sobre el contenido y el espectáculo sobre el mensaje. Soy partidario de dar espectáculo – es mi alma exhibicionista – pero no sólo: imagen sí… y texto. Las dos cosas. No me importa saber qué comen, qué visten y qué beben mis candidatos, pero necesito saber qué van a hacer con el Estatuto de los Trabajadores o qué van a responder a la Troika o si van a aprobar o rechazar el TTIP. Porque esto sí va a afectarme como ciudadano.

No he gozado esta campaña porque por primera vez había dos candidatos del cambio, dos opciones que se reclaman de la radicalidad humanística (de quienes van a la raíz del ser humano) y presentan un programa que dignifique a los hombres y mujeres: la política debe servir para que tengamos pan, trabajo, casa, cultura, rosas, poesía… Dos opciones, Podemos e Izquierda Unida, dos candidaturas que hubiera querido unidas pero que los errores en uno y otro lado y los cortoplacismos y las adhesiones a las siglas ha impedido, en Extremadura, que no en Galicia o en Cataluña, unir.

No obstante, citando a Manolo Monerero y a Pablo Iglesias Fernández, después de diciembre viene enero y tal vez todo sea posible: tal vez hemos logrado derrotar a Rajoy y todo es posible entonces; tal vez el cambio esté al alcance de la mano y todo será posible; tal vez podamos confluir y entonces sí, será posible.

Escribo estas líneas a cuatro días de las elecciones y espero que este lunes lean este semanario en una España nueva que alborea.

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