emisiones-co2

Historias de Plutón/
José A. Secas

Mientras los políticos -mandamases manejados por el verdadero poder del dinero- de nuestro primer mundo pasado de rosca y de vuelta de todo (económica, social, cultural y espiritualmente), negocian en una ciudad tomada por la policía y el ejercito (puro acojone, oiga) con los políticos del segundo mundo (países emergentes y en pleno desarrollo del modelo económico capitalista y consumista) la cuota de emisión de CO2 y otras entelequias fácilmente saltables a la torera (con un catalizador trucado, por ejemplo) ¿alguien cree que vamos a hacer algo con el tercer mundo?, ese al que seguimos explotando sin piedad, permitiendo que muera de hambre y enfermedades, que sufra las catástrofes y las guerras alimentadas y generadas por nosotros sin que ni siquiera les dejemos acercarse a ver cómo lo hacemos… Los que sufren verdaderamente las consecuencias de las barbaridades que estamos perpetrando no tienen voz, ni rostro, ni derechos. Nada. Nosotros, solo estaremos molestos un par de días sin poder aparcar en la “almendra” o poniéndonos una mascarilla.

Por aquí, en el primer mundo, es que somos muy listos (en realidad es que estamos de vuelta de todo, ya lo he dicho) y ahora vamos a manifestaciones porque pensamos en nuestros hijos y en el mundo que les vamos a legar… (cuentos y patrañas). Resulta que nos estamos dando cuenta (cuatro gatos y, además, piojosos y con coleta) que así no vamos a ninguna parte y que nuestro modelo económico no es viable. No se puede crecer sin joder al planeta Tierra, asumámoslo, y no vamos a poder comer y beber todos. Nos tenemos que hacer a la idea de que es difícil tratar de que los del tercer mundo coman langostos y algas para que nosotros comamos ternera de Kobe o jamón de Montánchez, pero lo vamos a conseguir. También es un poco complicado pensar que algunos han de beber agua sucia recogida en un pozo a 20 km de casa; pero los que regamos campos de golf no tenemos la culpa de sus desgracias. Además, nosotros con quien tratamos de estas cosas es con los del segundo mundo. Esos no se manifiestan. Dile tu a un chino o a un brasileño que este modelo no vale; que no puede tener coche y contaminar un poquino y que no va a poder ver la serie americana en la tele de su ridícula casa calentito en invierno y fresquito en verano. Anda, díselo tu…

Menos mal que vienen las navidades y vamos a poder anestesiar nuestra conciencia con un par de limosnas, donaciones, contribuciones, acciones solidarias y mucho y buen rollito familiar. Antes, también podremos votar a la izquierda (perdón, al centro-izquierda) porque también comparten nuestra retórica, nuestra cantinela y nuestro rollo patatero. Entendemos que una cosa es prometer en campaña y otra gobernar. Ahí está lo difícil y nosotros, pequeños mortales votantes nunca lo vamos a saber. Tendremos tolerancia (o resignación cristiana). Admitiremos que un político honrado, incluso de izquierdas podría comprender la cruda realidad en cuanto le aplicasen un poco de jarabe de evidencia: poder, dinero, influencia, estatus-quo… pero eso no va a suceder porque no hay consciencia y la utopía no debe llegar al poder. Ninguno de nosotros tendrá que hacer mucho esfuerzo para justificar y aceptar el “madrecita que me quede como estoy”. Cada uno de nosotros, dentro del confortable espacio que ocupamos en nuestra querida y provinciana ciudad del primer mundo pasaremos de la cumbre del clima, de los desplazados, de los de la patera, de los indios con taparrabo, votaremos (en conciencia) y comeremos turrón.

 

Artículo anteriorSu mediáticas señorías
Artículo siguienteUna renta pequeña

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí