Series sin límite. Carmen Heras.

Desde mi ventana
Carmen Heras

Miraba yo al muchacho limpiar -una y otra vez- con la bayeta, los cubiertos que iba sacando del lavavajillas (supongo que para que no tuvieran rastros de detergente) y pensaba que era un buen síntoma del “hacer diario” del bar en el que nos encontrábamos, pues la limpieza física y visible entraña otros tipos de conductas, también higiénicas y seguras, en un establecimiento.

A menudo, como profesional que soy – o que he sido, que eso nunca se sabe- me pongo a pensar en cuánto han cambiado las cosas en unos pocos años, y en lo desmemoriados que estamos todos. Menos mal que aprendemos sobre la marcha y así vamos andando, pues esta sociedad del espectáculo, al decidir que la exaltación de la juventud sería la máxima respuesta para ciertas preguntas, elevó a la columna de líderes a personas muy válidas, pero también a otras bisoñas que necesitan aprender el oficio a diario, y que no pueden ejercer de referentes.

Si cada uno respondemos con nuestras acciones a la imagen que tenemos de nosotros mismos, ya podemos andarnos con cuidado al forjarla. Los héroes, esos personajes, posiblemente inventados, presentes en cualquier civilización, surgieron para encarnar aquellas virtudes que los usos sociales han primado en cada época. Cuando, por ejemplo, Pérez Reverte escribe sobre SIDI en su última novela, lo hace -dice él mismo- desde su particular manera de ver a quien los musulmanes llamaban El “Qambitur romí”, (El Campeador) por más que su fuente sea el mismísimo Cantar del Cid, entrevisto por todos en el Bachillerato. Leyendo el libro, queda claro que muchas de las virtudes que adornan al protagonista son de referencia para el autor.

A menudo, como profesional que soy, me pongo a pensar en cuánto han cambiado las cosas en unos pocos años

Quizá, por eso, no fuera mala idea rescatar aquellos libros con pasajes ejemplarizantes en valores públicos y que alguna editorial los volviera éxito de ventas en formato de bolsillo, asequible para todos los públicos. Y luego, si alguien se atreve a escribir un buen guión, confeccionar unas series con lenguaje visual clarito A ver si acaso fuéramos capaces de elegir, dada la variedad de ofertas en el mercado, aquellas que pusieran de moda ciertas virtudes del imaginario común, como por ejemplo, el sentido de lo justo y de la solidaridad.

Solidaridad con los próximos como paso previo a la simpatía con los lejanos, porque lo de ahora no mola, amigos, hay demasiado postureo que no conduce a nada, que se arruga en cuanto el viento le sopla directamente a la cara, demasiados bufones al servicio de un amo, indemnes a la compasión o a la benevolencia. Que no aportan ni una milésima de valor a una estrategia de progreso, salvo para ellos mismos. Que se agotan y nos agotan sin remisión.

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