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Si te viera Schopenhauer /
Sergio Martínez

El actual presidente en funciones del Gobierno de España, Mariano Rajoy, debería dimitir. El último caso de corrupción que ha afectado al Partido Popular de Valencia clama al cielo. Nada más y nada menos que 50 personas vinculadas al grupo municipal popular de Valencia, entre los que figuran la mayoría de los ediles están imputados por financiación ilegal.

Un dato muy grave, que desgraciadamente, no es un caso aislado. Esta nueva trama sigue el camino de Camps, Fabra y más allá de la Comunidad Valenciana, de Jaume Matas, Bárcenas o la Gúrtel. Desgraciadamente es así. Mariano Rajoy no puede cerrar los ojos ante la evidencia. Bajo su presidencia, el Partido Popular ha estado inmerso en los casos de corrupción más graves desde su fundación. Y aunque se niegue a verlo, debe asumir una responsabilidad más allá de la manida intención de respetar los procesos de la Justicia.

La sociedad española en estos últimos años ha demostrado haber llegado al límite. No puede ni quiere más casos de corrupción ni privilegios injustificados. Y aunque muchos no lo quieran ver, el resultado de las urnas lo queda muy claro. Este país necesita avanzar en trasparencia, y no tanto en gestos como hace Podemos un día si y otro también.

Los cambios estructurales de España y de la clase política deben ser profundos porque sino no habremos entendido nada. No puede salir gratis el robo del dinero público. No puede ser gratuita la malversación y la incapacidad al frente de una institución pública. No puede darse nunca más esa impunidad porque cuando una persona abre los periódicos y lee un nuevo caso de corrupción impune deja de creer cada día un poco en la democracia.

Leyes que profundicen en la transparencia de la gestión pública y reforma del código penal para evitar y castigar la corrupción son dos de las reformas claves del estado para regenerar la democracia. Y un líder manchado por la corrupción no puede liderar ese proceso. Mariano Rajoy demuestra una doble ceguera, primero por no ver de la poca moralidad de las personas en las que había confiado, y segundo, por no darse cuenta de que el no puede liderar un cambio que no supo evitar.

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