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Por: Luis Enríquez Acosta, vocal de UNICEF Comité Extremadura

Los desastres naturales y los conflictos armados son uno de los grandes retos pendiente para las sociedades del siglo XXI. Por desgracia, todos tenemos en la retina las imágenes de las devastadoras consecuencias del terremoto de Nepal, de la guerra en Siria o de la epidemia de Ébola. Son, pese a todo y por desgracia, la punta del iceberg de una realidad escalofriante que recorre el planeta.

Para hacerse una idea de la magnitud de los desastres, guerras y otras crisis, baste decir que UNICEF respondió el año pasado a 310 emergencias humanitarias, una cifra que está muy por encima de la media de las últimas décadas. En 2016 se sumaron las catástrofes de Ecuador y Haití. Unas han ocupado titulares, otras ni siquiera tuvieron la ‘fortuna’ de ocupar espacio en los informativos.

Saja, Noor, Marcelino, Gerald son niños que también tienen como nexo común las emergencias en las que se ha desarrollado buena parte de su vida. Saja tiene 12 años y vive desplazada por la guerra en Alepo; algunos de sus amigos y familiares han muerto. Noor tiene 11 años y huyó de la guerra en Irak; ve el futuro cada vez con menos esperanza. Marcelino tiene solo un año de vida; sufre desnutrición aguda grave producida por la hambruna. Gerald de 9 años desapareció durante tres días tras el tifón que asoló Filipinas; hoy, con el sueño de ser piloto, ha recuperado parte de su vida. Son solo cuatro de los casi 250 millones de niños que viven en países en guerra o que sufren un conflicto armado. A lo que hay sumar los millones de niños de entre los 98 millones de personas que sufrieron las consecuencias de los desastres naturales en 2015.

Son precisamente los niños las víctimas más indefensas y más inocentes cuando se produce un bombardeo, un huracán o un terremoto. Hay niños que están creciendo entre escombros, destrucción y miedo. Cada año miles de niños y niñas pierden sus vidas o las de sus seres más queridos, sufren enfermedades o desnutrición, son reclutados por fuerzas armadas o víctimas de traumas terribles a causa de las guerras, los conflictos armados o las catástrofes naturales. Casi cada día nos levantamos con una nueva cifra de niños muertos en una escuela o en la plaza de un mercado mientras jugaban.

Las consecuencias para sus vidas son devastadoras y, lo que es peor, si no actuamos rápidamente los efectos pueden ser irreversibles. UNICEF trabaja de forma permanente desde su creación hace 70 años en todo tipo de emergencias. Realiza campañas masivas de vacunación, distribuye agua potable para evitar enfermedades, habilita espacios de educación informales, pone en marcha mecanismos de protección para salvaguardar a los niños. Pero necesitamos más recursos para llegar a todos los niños que están sufriendo estas situaciones.

Por eso motivo hace unos días lanzamos la campaña Uno más uno es mucho más, que pone el énfasis en la importancia de cada aportación por pequeña que parezca. En UNICEF tenemos claro que la suma de pequeñas cosas puede generar grandiosas consecuencias: diminutos granos de arena pueden formar un desierto, minúsculas gotas de agua pueden componer un océano… y muchas personas sensibles a las necesidades de los niños, unidas, podemos establecer una enorme diferencia para los millones de niños víctimas de conflictos armados, desastres naturales o crisis humanitarias y de sus terribles consecuencias.

La ayuda y colaboración de todos es imprescindible. Un SMS (con la palabra UNICEF al 38080) se convierte en una aportación de 4 euros. Es lo que cuesta (y sobran 57 céntimos) un kit de nutrición completa que puede significar la diferencia entre la vida y la muerte de un niño; o lo que supone el envío de 40 dosis de vacunas contra el tétanos prenatal (dos tercios de los niños que no están vacunados viven en países afectados por conflictos); o lo que nos cuesta un kit de educación que da la posibilidad de estudiar a los niños más desfavorecidos (37 millones de niños están fuera de la escuela a causa de las emergencias).

Todos podemos contribuir para que la vida de estos niños deje de estar en peligro. Un donante, un socio, un joven que envía un SMS, por insignificantes que nos puedan parecer esas ayudas, juntas significan más vacunas, más medicinas, más tratamientos contra la desnutrición, más escuelas, más protección. Juntas tienen el poder de transformar y cambiar la vida de miles de niños.

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