tiempo

Cánovers /
CONRADO GÓMEZ

Si intentamos clasificar a las personas en función del uso del tiempo nos encontramos con aquellos que tienen automatizada su conducta, y aquellos que van improvisando sus decisiones vitales ya sean profundamente graves o de nimio impacto. Los primeros necesitan definir su jornada diaria, semanal o anual. Es el caso tanto de un estudiante como el de un profesor, de un funcionario, de un ministro, de un militar, incluso del Papa. Todos ellos terminan con un premio virtual, sea un título, un reloj honorífico, un puesto en la historia o una acumulación de reportajes fotográficos. Son, más o menos, los miembros del sistema social. Cada uno cumple su función, forman parte del grupo social complejo.

Luego están los que improvisan, los piratas, aventureros o empresarios. Estos son cazadores de tiempo. Viven al aguardo, desarrollan su astucia y esperan la ocasión propicia para llevarse el botín. Parecería que los regidores del mundo fueran cazadores porque no tienen su conducta adscrita a ninguna ritualización, pues van improvisando a medida que se les presentan retos diarios. El hombre ritualizado no es libre porque tiene ocupado su tiempo y su ilusión. Es, a todos los efectos, un ser fuera de circulación, a excepción de sus tiempos libres que, a la postre, se encuentran también previstos en el teatro de la vida. Como el mes de vacaciones en la playa. Como cada año el mismo mes.

Alguien escribía el otro día en Facebook acerca del peligro de estar siempre ocupado en una espiral que nunca acaba, como si una rueda de hámster se tratase. Los primeros siguen una mecánica, los segundos una espera. Los primeros tienen todo el tiempo ocupado, los últimos también, pero fuera de la tabla de acciones previsibles.

Es necesario que haya gente que tenga su tiempo libre para pensar, aunque esa libertad conlleve la desconexión social. El genio, el inventor, el erudito… precisa tiempo de aislamiento para convertirse en el testigo ajeno de la realidad, aquel que pueda valorar lo que le rodea sin la contaminación de quien pertenece a una misma comunidad. El tiempo, ese que intentamos llenar a toda costa, curiosamente se manifiesta cuando no sabemos qué hacer con él.

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