Mi ojito derecho
Clorinda Power

La última vez que me empeñé en defender una mentira, acabé casada y con 3 hijos. Todo empezó cuando una compañera de clase me preguntó si tenía novio. Yo tenía 6 años. Casi 7.

Lo mío fue una mentira como un camión de grande. Pero ni me echaron de clase, ni me fui yo. Es más, la vida en el cole siguió adelante sin grandes sobresaltos. Me aprendí toda la letra del villancico de Navidad, conseguí terminar el cenicero de arcilla para el día del Padre y pasé de escribir con lápiz a hacerlo con boli.

Un besito desde aquí para la infeliz de mi clase y otro para Cristina Cifuentes

Me encantaría contaros que la junta directiva del colegio llamó a mis padres a consultas. Que mis padres, lejos de disculparse ante el profesorado, defendieron mi honor, y de paso el suyo, apoyando mi versión sobre los hechos; y que al día siguiente, unos señores de Palma de Mallorca se presentaron en la secretaría del centro asegurando ser mis suegros con una ensaimada como prueba de cargo. Pero nada de eso resultaría verídico. Al menos en este mundo. En el otro, el que gobierna Mariano I El Ausente, no solo resultaría creíble, sino que hasta me habrían consignado los 15 días de permiso por matrimonio.

Ya lo estoy viendo: yo, dos semanas en Eurodisney con Mickey Mouse, y aquella infeliz que me preguntó si tenía novio, dándose cabezazos contra la pared de cemento del patio.

Un besito desde aquí para la infeliz de mi clase y otro para Cristina Cifuentes, que dicen que todavía hoy escribe a boli con tachones.

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