Comienza el Plan Moda 2020 para exportar el texil extremeño

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Lunes de papel /
EMILIA GUIJARRO

En esta época del año se desarrollan los grandes desfiles de la moda española, Barcelona y Madrid lucen sus pasarelas en un espectáculo de belleza, de luz, de color. Modistos, diseñadores, fotógrafos, modelos, lucen en este mes de febrero en las interminables pasarelas que después entraran en nuestras casa en formato de revistas y periódicos y la rueda sigue girando de temporada en temporada.

Pero este maravilloso mundo de luz y de color se asienta sobre la sangre, la salud, la vida de miles de personas, que trabajan esclavizadas, en condiciones inhumanas, apiñadas en fábricas, por llamarlas de alguna manera, sin ningún tipo de condiciones laborales. Tremendo contraste entre dos mundos tan dispares pero unidos por el hilo de las agujas. Rara es el mes del año que no leemos alguna noticia que nos pone ante nuestros ojos esta situación.

Noventa segundos es lo que tardó la fábrica de Bangladesh Rana Plaza en derrumbarse. 1.134 personas murieron y solo algunas lograron sobrevivir, perdiendo sus brazos o piernas entre los escombros. Todo se diluyó como una bengala. Tras la tragedia, la ONU puso en marcha un mecanismo de indemnizaciones por parte de las empresas responsables que, por increíble que parezca, está funcionando bastante bien. Pero ahora Benetton, una de las empresas implicadas se niega a indemnizar a los supervivientes. Benetton se niega a compensar a las víctimas de la catástrofe de Rana Plaza porque creen que pueden esquivar el mazazo que puede suponer para su imagen. Y ya está en marcha una campaña en las redes sociales para obligar a cumplir sus compromisos.

De la misma manera nos hemos enterado que multinacionales españolas del sector textil, están siendo acusadas de prácticas esclavistas en los talleres de los países de Oriente. Duele pensar que la ropa que eliges y que guardas en tu armario en lugar de ser el fruto de un trabajo digno, enriquecedor para quien lo realiza sea el fruto de unas prácticas impropias del siglo en que vivimos.

De la misma manera que conocemos la composición de los tejidos, deberíamos conocer el camino que ha recorrido desde el patronaje hasta el punto de venta, para que pudiéramos hacer no solo una elección, sino una elección ética.

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