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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

En cualquier otra organización política, si un cargo público abandona la militancia pero se queda con el escaño, los dirigentes y afiliados del mismo suelen reaccionar con comprensible contundencia. Las palabras “traidor” o “tránsfuga” se abren paso y todos se golpean el pecho lamentando la estupidez de situar a semejante persona en semejante puesto.

Eso suele pasar en cualquier partido… Menos en el PP. Aquí, cuando sus diputados y senadores abandonan el carnet de socio y se pasan al mixto, respiran aliviados. Y si a Rajoy le preguntan si va a exigir a – pongamos por caso – Rita Barberá que dimita de senadora y devuelva el puesto a otro miembro del PP que esté sometido a disciplina de voto, éste contesta que “no siendo ya esa señora de la que usted me habla del PP, no tengo autoridad para ello… ¡y viva el vino!”. Vamos, que Don Mariano Rajoy está encantado.

El caso de Rita Barberá es especialmente sangrante: no solo decide convertirse en tránsfuga para mantener un ritmo de vida que su pensión de jubilada no le permitiría sostener (porque deben ustedes saber que los liberales españoles son incapaces de vivir al margen de la teta de papá Estado) o para disfrutar de una inmunidad y unos privilegios judiciales que le permitan afrontar mejor sus causas, sino que le roba el escaño a los diputados valencianos que la pusieron allí, porque doña Rita ni siquiera tiene el consuelo de poder decir que “los españoles me votaron”: como senadora autonómica, no fue votada en sufragio universal, sino por unos cuantos señores que se sientan en el Parlamento del País Valenciá, los mismos señores que – por unanimidad – le han dicho ahora que entregue los bolsos de la Gürtel y se disuelva.

¿Y porqué en el PP están encantados de tener tránsfugas? Porque la renuncia de (presuntos) corruptos como Gómez de la Serna o Barberá es solo de cara a la galería: como ahora suena mal estar en el partido y acudir de vez en cuando a los Tribunales, se les pide que dejen el carnet, sigan en el puesto cobrando y, sobre todo, y esto es lo importante, que se callen. Que no hablen, que no tiren de la manta. Ya pasará el vendaval.

Rajoy no le va a pedir a Rita Barbera que dimita y deje sus 7.000 euros mensuales porque Rita sabe mucho, y mejor convivir con Rita la blanqueadora de dinero negro que con Rita la cantaora.

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