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Reflexiones de un tenor /
ALONSO TORRES

Y de repente surgió; pero si lo piensan no saben cuándo; él dice que en una feria del libro, que hablaron de un viaje de ella (de estudio) y de los gustos literarios de él (volubles); ella, sin embargo, afirma que fue a raíz de una “media-presentación” de un amigo común; pero con anterioridad, él recuerda verla pasar y comentarse a sí mismo, “tiene unas pantorrillas increíbles”. El caso es que surgió, y surgió <<como un disparo (canción hortera de Ricky Martin) al corazón>>. También hubo una conversación, rápida, a la salida de un concierto, ¿el de Sibelius?; ella mantenía que era imposible escuchar nada del finés por culpa de la falta de “concha acústica” en el auditorio, pero él sospecha que no fue por eso, sino porque Sibelius, y las tierras aquellas, no le traen ningún buen recuerdo,<<solo me permitieron tocar / los huesos de su espalda>>.
En una primera fase se dijeron muchas cosas (y se callaron otras tantas, aunque en un despiste de ella…) y también hubo regalos literarios; por ejemplo el libro de poemas de amor del viejo Paltrinostri (ese cura revolucionario que a día de hoy se arrepiente de la lucha armada, <<el objetivo último de todo revolucionario, cristiano o no, es la victoria>>, y que celebra la Santa Eucaristía a primera hora de la mañana en una parroquia de Santiago de Cuba, Santa Cecilia, para luego purgar sus pecados caminando, “solvitur ambulando”), el libro aquel, forrado en falsa piel verde con letras en relieve color rojo llevaba/lleva por título, “Totalidad, o todo lo que es tuyo”… <<Lloro, / lloro y pienso en ti, / en ti. / Es un rayo, / es un rayo lo que me traspasa, / y lloro traspasado por ti>>. Ella le regaló, entonces, el conocimiento de Gubaidúlina, la compositora rusa (de origen tártaro; mística), y él, durante su separación, fue buscando representaciones de su oratorio, “Las ocho palabras” (Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen), por toda Europa, para llorar (y para no olvidarla).

“Sangre, sinceridad y llamas, eso es el lirismo”, Cioran, scribit

Vinieron después tiempos aciagos donde cada cual navegó en solitario (Richard Hawley, “The ocean”), eso sí, él sabe ahora que ella seguía sus crónicas viajeras: China, de donde fue expulsado; Nigeria y el golfo del mal petróleo; La Panamericana, de norte a sur; Asia Central y el valle de Ferganá… (y ella sabe que él nunca la olvidó, y que la soñaba, y que hablaba con ella, en sueños, en vela y en ensueños), y ahora están los dos viendo, y escuchando (santa dualidad de la música), un concierto de lieder, esas canciones que los músicos (normalmente alemanes) componen gracias a la lírica (“sangre, sinceridad y llamas, eso es el lirismo”, Cioran, scribit) de Schiller, Heine, Hölderlin… y Goethe, por supuesto, de quien Thomas Mann escribió, “figura a través de la cual, el mundo puede llegar a amarnos”. Ella estará callada (porque todo es un mundo) después del recital (o no tanto) y él nerviosillo (porque saltaría sobre su cuello ¡¡¡ya!!!), pero estarán… de alguna de las formas posibles (o imposibles);

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