Desde mi ventana

Carmen Heras

Ahí, es nada. El tiempo con tormentas y nosotros con estos pelos, viendo como actúan nuestros representantes, tan avezados en tácticas políticas. Observando como unos empujan a otros, intentando sacarlos del escenario donde la obra se representa, desde la más absoluta “lealtad” camuflada de estrategia. Porque unos inician la acción para que no lo hagan otros y estos retuercen los argumentos que les permitan no apoyar a los primeros. Aquellos que se llaman hermanos embarcan al lado de los que han fletado el barco, parte del decorado de la obra, y saltan a tierra en cuanto que éste comienza la travesía, modernos capitanes araña. Y los multicolores, qué decir de tanto color demandando sus razones, cuidando la bolsa y exhalando suspiros.

Y me viene a la cabeza (¡que cosas!) la palabra “honestidad”. Internet está lleno de frases alusivas. Tropiezo con una de Mark Twain: “La honestidad es la mejor de las artes perdidas” y me da por darle vueltas en la cabeza, en una tarde rara, de pequeños aguaceros. Son Ferias en Cáceres.

¿Honestidad? ¿Qué entenderemos los humanos, actualmente, por honestidad? Si vamos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua (y a lo mejor es el último lugar donde ir, por la tardanza que tiene al reparar en el avance de los tiempos) la honestidad es la cualidad del honesto, entendiendo por tal a aquel que es decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto u honrado.

¡Caramba, pues si que está la cosa difícil de aprehender con tantos adjetivos! Pero bueno, pensemos en plan pragmático, en sus utilidades, para ver si acaso… ¿En el mundo de hoy se necesita la honestidad? ¿La tienen los modelos que sirven de ejemplo para los niños? ¿A quien le sirve? ¿Quien la valora? ¿Es característica común o despilfarro de unos pocos? ¿Donde se encuentra? ¿Tiene colores, matices o que se yo? Menudo lío, amigos, con la palabrita y el concepto.

Confucio, el gran filósofo (551a.C-479 a.C.) distinguió (así como quien no quiere la cosa) tres niveles de honestidad. En el superficial (Li) incluyó los actos que una persona realiza con sinceridad para cumplir sus propios deseos. En un nivel un poco más profundo (el Yi) la persona actuante no busca su propio interés sino el principio moral de la justicia.

Finalmente, el nivel más, más profundo de honestidad es el Ren, que requiere autocomprensión previa para comprender a los demás, lo que conduce a tratar a los otros como nos gustaría ser tratados.

Al final, siempre buscando a los clásicos. Porque todo está escrito. E inventado. Solo haría falta no olvidar los viejos escritos y las viejas virtudes. Hacerlas costumbre y que quienes jueguen a ser deshonestos, indecentes, e injustos sufran el castigo del desamor social. Para siempre. Y que les caigan todos los chuzos de punta que en el mundo son. Ea.

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